19. Jugar con fuego

Quizá sea el fuego, la capacidad de dominarlo, lo que más nos diferencie de los otros animales. Hemos hecho hogueras para mejorar los alimentos y el bienestar de los hogares, para alejar a los depredadores, para eliminar los trastos viejos, para unir en la fiesta la tierra y el cielo… aunque también, ¡ay!, para quemar bosques y poblados, libros ¡y hasta personas! El fuego es el motor de nuestro devenir. Pero no lo dominamos del todo: desde los tiempos mitológicos hasta hoy el fuego nos acompaña pero en no pocas ocasiones no como el esclavo obediente sino como el rebelde que en cualquier momento puede volverse peligroso, letal. De ahí la expresión «jugar con fuego», la advertencia de que si jugamos con el fuego podemos abrasarnos. Y sin embargo, el hombre, siempre intrépido, no ha dejado de jugar con ese elemento fundamental de la naturaleza desde que se atrevió a mirar a las estrellas y quiso incorporar a su vida aquellas hogueras maravillosas… Y jugó, juega, con fuego en la guerra y en la paz, en la industria y en el arte, en el trabajo y en la fiesta, en los sueños y en las pasiones. Y se abrasa, nos abrasarmos, en no pocas ocasiones. Prevenimos a nuestros niños de que no pueden «jugar con fuego» pero los hacemos participar en una sociedad llena de hogueras, físicas y espirituales. Y esas hogueras en muchas ocasiones nos alumbran y nos iluminan, nos transportan a los cielos pero en otras nos hunden en los infiernos.

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18. Sara

Cruzaste el mar y cambiaste de continente. Te alejabas de la pobreza y estabas decidida a trabajar duramente para que tus hijos pudieran estudiar e integrarse en la sociedad de las libertades y la prosperidad posibles. Tus bellos ojos negros buscaban horizontes y tu honesta boca se abría a la sonrisa porque sabías que el futuro sería mejor que el pasado… Todavía no te atreves a enfrentarte a la tiranía del varón, al dominio de todos los varones de tu sociedad; mantienes el  hiyab y todas las sumisiones que puede conllevar pero en lo más profundo de tu ser sabes que la sociedad evoluciona y que los siglos oscuros están periclitando, que tu hija avanzará mucho más deprisa que tú, y que también tú, aun dentro de tu hábito, sentirás cada día tu cuerpo menos prisionero y tu mente más capaz de abrirse a todos los vientos.

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17. La segunda oportunidad

En alguna medida la vejez es una maravillosa segunda oportunidad. Parecería como si, al llegar a las últimas curvas del camino, uno pudiera ver de nuevo muchas de las cosas que enfrentó en la juventud y, en esta ocasión, corregir o modificar el comportamiento y alcanzar nuevas cotas de humanismo, nuevos valores. Cuando uno afronta, en la vejez, cuestiones profesionales, familiares, ideológicas, políticas… habiendo tenido ocasión de superar las torpezas que conlleva el ímpetu juvenil y habiendo alcanzado la calma necesaria para sentir y pensar profundamente, parece que todo se hace más claro: en el ámbito familiar, aprendemos a amar más y mejor, apreciamos la belleza y vitalidad de los jóvenes que se incorporaron a nuestra familia, percibimos intensamente la vida que irradia de los niños que nacieron, nos sentimos más cerca de todos los familiares, incluso los lejanos; en el ámbito ideológico y político, si actuamos inteligentemente, captamos mejor la relatividad de todos los ideales y todos los intereres, rechazamos más las mezquindades de los profesionales de la manipulación humana y, al tiempo, evitamos las miserias de la ambición, la ira y el rencor… En esta etapa de la vida, si sabemos aprovecharla, podemos disfrutar de la belleza que la luz tamizada del ocaso proyecta sobre todas las cosas y podemos abordar con alegría el hecho ineludible de que se acaba la jornada pero, al tiempo, la certidumbre de que  la noche dará paso a un nuevo día lleno de luz y calor.

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16. Interrogantes

¿Por qué no me estremezco? ¿Por qué ante tu presencia no se enciende todo mi cuerpo como antaño?… ¿Por qué al rozar tus senos, en el abrazo amigo, no vuelo al infinito? ¿Por qué no te suplico, como en tantas ocasiones, que me permitas la caricia rendida para sentirme un dios con todo el universos entre sus manos?… ¿Por qué tu beso fresco, buscando ávidamente mi tímida comisura, no activa los volcanes? ¿Por qué el cielo no cambia, no multiplica sus formas, sus colores?… ¿Por qué por vez primera no sufro intensamente por haber perdido tus juegos, tus caricias? ¿Por qué no anhelo ya tus galopadas de medianoche, tus risas matutinas, tu abrazo de hasta luego vida mía?… ¿Por qué al verte radiante en brazos de otro hombre no mato o muero como animal salvaje herido y, en cambio, sonrío dulcemente como cuando un buen padre comprueba que su hija ya es toda una mujer?… ¿Por qué tan graves cambios y preguntas?… Porque, a pesar de todo, me invade la ternura al contemplarte, escruto tu mirada, tus andares, me lleno de alegría al constatar que permanece tu belleza, quizá más grande y poderosa que hace años… ¿Será que el amor, cuando es profundo, domina y atempera las pasiones?… O, quizá, ¿será la senectud que llega sonriente a hacerme comprender que el tiempo y el espacio son siempre relativos, tanto como las emociones, a confirmar que Vida y Muerte no pueden disociarse, van unidas, que no son antagónicas sino complementarias?

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15. Escritores y lectores

Lo dije (en la «mesa redonda» del Ateneo de Madrid el pasado viernes) y lo repito: deben ser el que escribe y el que lee, los dos protagonistas del Libro, los que nos indiquen a los demás (a los que con nuestro trabajo hacemos posible ese enlace mágico, por encima del tiempo y del espacio, entre el creador de la obra y el que la recrea cada vez que la lee), lo que debemos hacer y cómo lo debemos hacer. Y creo que serán los escritores más preocupados por lo que deben y pueden decir que por los beneficios económicos o sociales que van a obtener por ello y los lectores capaces de esforzarse en una lectura profunda los que nos irán marcando el camino. El debate sobre el futuro del libro no ha hecho más que empezar pero, por el interés que demostraron el centenar de personas que nos acompañaron y participaron (a los que manifiesto desde aquí mi sincero agradecimiento), parece que se presenta realmente apasionante.




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14. 15-M

Paseo por la madrileña Puerta del Sol, km. 0 de todas las carreteras españolas. El llamado movimiento 15-M crece… ¿Hacia dónde? Trato de identificar a los cientos, miles de personas, jóvenes y de otras edades, que se han atrevido a tomar la plaza: creo ver a muchos reformistas consecuentes, que saben y proclaman que cualquier cambio ha de comenzar en uno mismo; pero, también, a utópicos infantiles, con formulaciones primitivas y arcádicas; a anarquistas pacíficos, que rechazan las estructuras y las combinaciones políticas; creo descubrir a algunos elitistas frustrados cuya fórmula a la postre, sería «¡Quítate tú para ponerme yo!»; a leninistas nostálgicos, que todavía creen que la Revolución fracasó porque fue traicionada; y también me parece que hay un número considerable de indolentes impulsivos, capaces de permanecer pasivos y dependientes de los padres hasta avanzada edad pero capaces de volverse súbitamente activos y acometer todas las tareas; y, por supuesto, muchos otros tipos de personas quizá perplejas o confusas pero expectantes y esperanzadas. Una multitud compleja y abigarrada de perjudicados o excluidos del Sistema, que ahora se rebela contra él, sometida a diversas presiones y al juicio de las distintas fuerzas sociales. Sometida quizá también a las ambiciones de los «mediadores» y las «vanguardias» que tratarán de aprovechar la situación en su beneficio. Una multitud festiva y animosa que aprende a organizarse y convivir e ilusiona con su ejemplo a muchos de los que la observan. No hay violencia por parte de los que han tomado la plaza ni por parte de las fuerzas de Orden Público que, con la Ley en la mano, podrían disolverlos. Los poderosos, en general, estarán tomando buena nota para ver cómo pueden reconducir este movimiento hacia sus intereses y los desposeídos, quizá, estén tomando conciencia de su capacidad para cambiar las cosas cuando comienzan por cambiar en su interior y se organizan consecuentemente… De aquí saldrán ideas, viejas o nuevas, y líderes, honrados u oportunistas, experiencias personales y sociales… ¿Repetimos Mayo del 68? Quizá falte una pancarta con la frase de Samuel Beckett: «Fracasa, hombre, fracasa; fracasa, pero esta vez un poco mejor.»

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13. Palabras, palabras, palabras

Palabras, millones y millones de palabras conformando la crónica de la Humanidad. Nos llueven palabras, nos empapan, nos penetran; brotan a cada paso que damos, caminamos entre palabras… Palabras con los besos y con las lágrimas; palabras para el sentir, para el pensar, para el actuar. Palabras para argumentar, para convencer, para demostrar, aunque, también, ay, en tantas ocasiones, para mentir, para engañar, para esclavizar… Llevamos miles de años inventando palabras para explicarnos el mundo y para explicarnos a nosotros mismos; miles de años intentando sustituir el impulso salvaje por la declaración, el golpe por el artículo legal, la bomba por la palabra… Hemos aprendido que nunca alcanzaremos el lenguaje perfecto, la definición exacta pero sabemos que necesitamos seguir intentándolo; sabemos que tenemos que aprender a reclamar nuestros derechos con la expresión cabal, a explicar nuestro comportamiento de forma clara y sincera… Tenemos que aprender, sobre todo, a manifestar nuestra gratitud por tantos dones y beneficios que recibimos de la Naturaleza y de la Sociedad, de la gente, de nuestros familiares y amigos; aunque a veces, abrumados y torpes (como me ocurrió a mí el pasado día 6 en la presentación de mi libro) sólo se nos ocurra decir «¡Gracias, gracias, gracias!»

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12. Puños y claveles

25 ABRILMayo de 1975. Un grupo de jóvenes idealistas fuimos a celebrar el primer aniversario de la Revolución de los Claveles. Enamorados de la situación, soñando con que se repitiera en nuestro país, entramos en Lisboa cantando «Grandola, vila morena» y las consignas del momento («El pueblo unido jamás será vencido»…) Recorrimos algunos lugares emblemáticos (historia de siempre o del momento) y nos sentimos felices de estar participando en una fiesta que llenaba de luz y esperanza la ciudad y a la gente… Nosotros, naturalmente, no conocíamos los entresijos pero percibíamos que, en esos momentos, la Revolución estaba en una terrible encrucijada: unos y otros tenían que decidir si se situaba al país en una órbita u otra. Vasco Gonçalves, al que yo veía un poco como al Negrín de los últimos meses de nuestra Guerra Civil, iba a pronunciar un importante discurso en el (si no me falla la memoria) Pavillón dos Sports. Fuimos y tuvimos que acceder a la pista central porque todas las gradas estaban ya repletas (25.000 personas). Entré y miré: gente enfervorizada, calentando el ambiente, estruendo de gritos y consignas, puños en alto, decisión en las miradas… Entonces sentí miedo, un miedo impreciso pero fuerte y profundo que se metió en mí al mismo tiempo que los eslóganes coreados. Esas masas, intuía yo, podrían realizar grandes hazañas revolucionarias pero, también, hábilmente manipuladas por los poderosos, antiguos o nuevos, podían cometer todo tipo de desmanes y, sobre todo, podían cometer graves errores y abortar cualquier proceso que condujera a la verdadera liberación, al verdadero bienestar de las gentes, cambiando (una vez más, como tantas veces en la Historia antes de Lampedusa y después de Lampedusa) todo para que todo siga igual… Otras veces he tenido esa sensación pero nunca tan intensamente: quizá porque cada vez canto menos y observo (y reflexiono) más.

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11. Balbuceos

Balbuceamos. Apenas llegados a la vida emitimos balbuceos, lenguaje primario, sonidos imprecisos. Y cuando vamos a salir de ella, también. Balbuceamos. Balbucea el bebé que tengo en los brazos y balbuceo yo para encontrar un lenguaje común… Bien pensado, balbuceamos durante todo el camino de la vida. La humanidad entera no ha hecho otra cosa que balbucear desde que asumió la divina tarea de dar nombre a todas las cosas que la rodeaban, a todas las sensaciones y sentimientos que percibía en su interior. Llevamos milenios balbuceando para encontrar el lenguaje correcto, la definición exacta; siempre pensando que ya los hemos encontrado y siempre sintiendo la frustración de no haberlo hecho. Y, sin embargo, ¡qué bello y profundo el balbuceo del bebé, cuántas cosas me dice, cómo se ve que, día a día, hora a hora, se aproxima a su destino de asir el mundo, de comprenderlo, de definirlo!

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10. Adán

Los manipuladores, los que viven de manejar los sentimientos de la gente y a la propia gente saben que no hay mejor negocio que representar el papel de Adán: «Aquí comienza todo»… Ya se trate de interpretar y representar a un ser superior a los hombres; ya se trate de tomar la Bastilla o el Palacio de Invierno, de asumir la presidencia de un órgano o institución con poder; ya se trate de alcanzar posiciones de privilegio en la empresa o en la institución… asumir e imponer el rol de Adán consigue los mayores triunfos. Pero, por otra parte, ante la sonrisa de la muchacha que se fijó en nosotros, la mirada del bebé que, en su elemental lenguaje binario (sí-no-sí-no…), ha decidido reconocernos; ante el encargo de una tarea difícil pero que nos abre horizontes; ante el prodigio del nacimiento del día… uno tiene la sensación, por un instante, de que todo comienza ahora, de que es el primer hombre y toda la Creación se ha hecho sólo para él. Y entonces, si ese sentimiento lo asimos con honradez, con humanidad, si no nos lleva a manipular a y abusar de los demás, si vivimos esa emoción en nuestro más profundo interior, reconciliándomos con la Vida, ¡qué maravilla!: la Biblia (el Libro) está en blanco y justamente ahora y conmigo, comienza la Historia…

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