En la excelente (y muy premiada) película de Michael Anderson La vuelta al mundo en 80 días, EE UU, 1956, los guionistas incluyen una escena que, hasta donde yo recuerdo (estoy de finde en una casa que tiene una buena biblioteca… pero no la obra de Julio Verne), no está en el maravilloso texto original (aunque podría haber estado porque Verne nos presenta un personaje femenino capaz de enfrenarse a las convenciones estrechas).
Phileas Fogg entra triunfante en su club después de culminar con éxito una hazaña que parecía imposible… pero lo que realmente deja perplejos e indignados a sus expectantes miembros es que detrás del caballero entra la princesa Aouida, compañera de Fogg desde que este la salva de una muerte segura en la India… ¡Una mujer en el Reform Club! ¡Anatema, escándalo, afrenta intolerable! Jamás ese exclusivo circulo, solo accesible para caballeros y sirvientes varones, había sufrido la presencia de una mujer en sus exquisitos salones.
En otro tiempo y en otro contexto, nuestro principal filósofo contemporáneo, José Ortega y Gasset, nos invitó a reflexionar sobre la irrupción de «las masas» en la sociedad europea, que, en mayor medida de lo que pudiera parecer a primera vista, tenía significativos paralelismos con el Club Reformista imaginado por el gigante francés. La sociedad acepta, por las buenas o por las malas, que estamos en un tiempo y en un ámbito en los que disminuyen los privilegios y aumentan los derechos: ¡la Democracia! La sociedad derriba barreras aunque eso la haga más vulnerable (La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper).
¡Pero eso no puede significar que vivamos sin límites, sin controles, sin contrapesos! ¡Por supuesto: Ley y orden! También en nuestro querido Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, que camina con fuerza, a pesar de todos los pesares, hacia su glorioso bicentenario. En la Docta Casa se celebran casi a diario tertulias, debates, conferencias, mesas redondas de muy diverso signo que, siempre que sean legales y cumplan con el reglamento de nuestra institución, deben gozar del respeto de todos sus socios y de los medios.
A pesar de ello, en días pasados causó escándalo un acto desarrollado en el (repleto en esta ocasión) Salón de Actos por organizaciones falangistas, que acabó exhibiendo sus símbolos y cánticos… Pero así mismo causó escándalo una acto de hace pocas semanas donde se congregaron también muchas personas que glorificaban el régimen de Maduro en Venezuela… Como también en su día se celebró un acto donde los separatistas catalanes justificaban lo que a mí y a otras muchas personas nos parece una golpe de Estado (a cámara lenta, como dijo en su día el socialista Alfonso Guerra) que debería haber sido abortado, con toda la fuerza necesaria, por el Gobierno de la Nación…
No tengo más representación en el Ateneo que la mía propia de socio de hace casi 40 años… pero, en esa condición, me atrevo a sugerir que si la Junta de Gobierno decidiera rechazar un acto como el del otro día, se vería obligada a rechazar cualquier acto de orientación totalitaria (aunque fuera legal y de acuerdo con el reglamento de nuestra Institución): si no se puede cantar el «Cara al Sol» y levantar el brazo derecho con la mano extendida en Prado 21, tampoco debería permitirse cantar «La Internacional» y levantar el puño cerrado ni, mucho menos, exhibir señeras esteladas y lazos amarillos.
Así pues, concluyamos en que sería deseable que no hubiera actos como los que he citado en el Ateneo pero no porque se prohibieran de forma burocrática o sectaria sino porque el ambiente general fuera de «Más pensamiento, menos enfrentamiento – Más debates y menos combates».
Con independencia de siglas e ideologías, no puedo por menos que estar de acuerdo, y es que democracia y convivencia deberían primar por sobre las creencias…
Excelente y respetuosa reflexion de un ateneista que, en el ejercicio de su libertad de expresión, art. 13 del Reglamento, manifiesta su desacuerdo con la celebracion de actos de esta naturaleza. El art. 13 es muy riguroso “reconoce y ampara el derecho de todo socio para profesar o emitir cualquier suerte de ideas políticas, religiosas y sociales, por radicales que sean u opuestas a las profesadas por los demás. En este respecto, se considerada nula toda resolución asocial que pueda implicar coacción o restricción de esta plena libertad reconocida”.
Eso sólo obliga a los socios, porque el Ateneo no tiene competencia para imponer obligacions a los no socios, pero los derechos fundamentales que el Ateneo reconoce no sólo los tienen sus socios sino a toda la humanidad. Son valores intrínsecos a su condicion de seres humanos. Y del mismo modo que el policía protege del derecho a la vida del asesino poniendo en riesgo la suya, aunque lo sabe dispuesto a asesinarle, el Ateneo, en opinion de algunos, esta obligado a protege el derecho a la libre expresión del dictador poniendo en riesgo su libertad de expresión porque lo sabe dispuesto a privarle de ella. Hacer lo mismo que ellos hicieron nos convertiría en iguales a ellos. ¿cabría mayor derrota para nuestros principios? Que quien te privó del derecho a la libre expresion venga a pedirte, huerfano de ese derecho que todos les niegan, a que se lo otorgue la víctimas a la que le privo de ese mismo derecho y que esa víctima te permita hacerlo que el peticionario le prohibió, lo considero “el mayor triunfo del Ateneo” y para muchos, por pardojco que sea, es “un orgullo que el Ateneo loes haya derrotado anegándonos con la libertad que ellos atropellaron”. Que aprendan de este ejemplo es su responsabilidad, aunque quizá no toda, que viejo es el proverbio quedice a quien Natura no da, Salamanca no presta”; pero el buen ejemplo nunca hace daño a nadie. Difícil es el camino de mantener el respeto a quienes, por sus actos, no los merecen, pero lo tienen porque, mal que les pese, sólo son seres humanos.
Pingback: Mensajes y Tuíts sobre el acto de Falange en el Ateneo de Madrid / Pedro A. García Bilbao | Sociología crítica
Pingback: Sobre el acto de Falange en el Ateneo de Madrid / Pedro A. García Bilbao (20/11/2019) – Candidatura de Convergencia, independientes y conciliadores