El discurso de investidura de Pedro Sánchez

Espectacular inicio («No se va a romper España, se va a romper el bloqueo») y exitoso discurso (157 páginas) de Pedro Sánchez, al menos a corto plazo. Habla combinando bien la arrogancia con la humildad, hace llamamientos vistosos a tirios y troyanos aunque salpicándolo con ataques a «la Derecha, la ultraderecha… y la ultra-ultra-derecha».
Vuelve a demostrar que es un buen táctico, que tiene energía y que su equipo trabaja con eficacia, al menos a corto plazo, y que tiene una mezcla de audacia e hipocresía que le permite mentir y girar 180 grados sin pestañear y, por tanto, capaz de cambiar de principios y de lenguaje sin temblar. Ya lo dije en otra entrada de este blog pero no me importa repetirlo: me equivoqué cuando lo tildé de «arribista incompetente»: arribista, sí pero en absoluto incompetente, porque todo parece indicar que conseguirá el Gobierno. Gobierno de coalición de socialistas y populistas-comunistas, con el apoyo decisivo de los separatistas-golpistas de ERC y otras fuerzas minúsculas, revitalizando el bloque que se pergeñó en septiembre de 2016, en la segunda investidura de Rajoy, y se consolidó en la moción de censura contra este en junio de 2018.
La estrategia, los objetivos de los dos partidos que van a conformar este gobierno de coalición, es reorganizar el Estado, suprimiendo o debilitando los grandes principios (Constitución, Unidad y Soberanía nacionales, Libertad e igualdad individuales por encima de las identidades…) y establecer un troceo del Poder (en cooperación no exenta de tensiones con los diversos separatismos) para seguir aumentando el sector público no productivo y la clase política (la cantidad de logreros que viven de la Política). Este objetivo no responde, en mi opinión, a unos principios ideológicos sino a unos intereses partidarios y personales y conlleva debilitar al Estado y poner en peligro a la propia Nación.
La táctica es un lenguaje «progresista», mezcla de tópicos y utopías (Ley de Violencia de Género, eutanasia, etc.), un aumento de las subvenciones (el mantenimiento de miles de chiringuitos que consiguen clientela política y puestos de trabajo para las capas más bajas de la clase política) y de los gestos (tipo el show de la exhumación de Franco) y un estímulo permanente al maniqueísmo, al rencor y el revanchismo contra el anterior régimen y solución que se dio al tránsito pacífico y consensuado al nuevo régimen (Ley de Memoria Histórica).
Los mayores beneficiarios de ese objetivo, sin duda, son los separatistas, que podrán seguir haciendo su política y sus fechorías con grandes beneficios económicos y mínimos problemas legales .
Naturalmente que este nuevo gobierno puede (y necesita, para mantener ciertos apoyos) corregir errores y reparar injusticias (por ejemplo reducir el fraude fiscal) o impulsar avances sociales y mejoras (por ejemplo en relación con los trabajadores autónomos o la despoblación en amplias zonas de España) pero, siempre, sometidos al objetivo y la táctica descritos.
Por supuesto no todos los vientos le son favorables a este gobierno. Se tendrá que enfrentar a contradicciones en la sociedad y en su propio seno de muy difícil solución: el reparto del Poder y sus privilegios, con más intereses y ambiciones que ideales; el chantaje permanente de los separatistas que genera fuertes agravios comparativos; y sobre todo porque el poner al Estado al borde del abismo y en riesgo la propia existencia de la Nación tal como la tenemos ahora y desde hace muchas generaciones, producirá una revitalización del sentimiento patriótico y de dignidad nacional.

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