Elecciones 2019 (II)

Lo que nos jugamos

Los máximos representantes de los gobiernos de España y de Cataluña, en plano de igualdad, en Pedralbes, 21-12-2018.

Si tuviera que elegir en estas elecciones de 2019, tanto en el ámbito nacional (el 28-A) como en el local y europeo (26-M) entre izquierda y derecha –derruido UPyD y sin ningún partido de izquierda que me parezca solvente– me abstendría o votaría en blanco… y si el dilema fuera entre trayectorias y programas políticos sobre economía, pensiones, migraciones, etc., también.
Dentro de los cinco partidos de nivel nacional, los dos que llevan años instalados (PP y PSOE) ya me han demostrado que, al final y en la práctica, cuanto más ruido hacen sobre sus divergencias y antagonismos más encuentran la fórmula para, despreciando sus principios y sus promesas, hacer la política que aconsejen las encuestas, los poderes fácticos y sus intereses de partido. Y los tres que han llegado hace pocos años a la pugna política o son directamente despreciables, como Podemos (mera demagogia, o sea, mediocridad intelectual y aventurerismo) o son oscilantes, como Ciudadanos (se puede cambiar de la socialdemocracia al liberalismo y se pueden establecer alianzas a un lado o a otro sin suficiente explicación) o presentan sesgos que podrían derivar en cierto integrismo y un nacionalismo desmesurado (Vox).(i)
Pero lo que nos jugamos en estas elecciones es mucho más serio. Nos jugamos que el «procés» continúe y se fortalezca, que se siga debilitando al Estado y se consolide la política de constantes cesiones a los separatistas (cada día más envalentonados en Cataluña, expandiéndose por Valencia y Baleares, siempre presionando en el País Vasco y siempre al acecho en Galicia) y, por ello, engordando sus ya desmesurados privilegios en detrimento de los ciudadanos que mantienen su lealtad a España y perjudicando seriamente a las demás regiones. En suma: más separatismo y menos Estado o fortalecimiento del Estado y derrota del separatismo; o, en otras palabras: identidades totalitarias, sectas y bandas disolventes o una sociedad, diversa pero unida, de personas libres e iguales.
Recientemente el filósofo Fernando Savater, muy activo en la defensa constitucional de la Nación y el Estado, dijo en Rentería –después de zafarse del acoso de los separatistas– que teníamos tres tipos de Partidos en España: «Están los constitucionales, por un lado, los partidos “mediopensionistas” que son constitucionales cuando les viene bien e inconstitucionales cuando no les viene tan bien. Y están los partidos claramente inconstitucionales [y, por eso] dentro de los constitucionales debemos apoyarnos los unos a los otros y fomentar la unión». No especificó el profesor el nombre de cada uno de los integrantes de cada grupo pero parece que no queda más remedio que considerar «mediopensionistas» al actual PSOE y a Podemos y, consecuentemente (porque sabemos por experiencia que los «mediopensionistas», no se enfrentarán a los inconstitucionales), estudiar a cuál de los otros tres partidos (aunque no nos ofrezcan plena confianza y mientras sigan declarándose antagónicos con el separatismo), Ciudadanos, PP y Vox, entregamos el voto… al tiempo que le pedimos que busque el apoyo mutuo con los otros dos y fomente la unión (que no tiene que ser forzosamente orgánica sino sobre dos o tres principios fundamentales, entre ellos el de una auténtica regeneración de la Política).
Esto podría escandalizar a alguna persona de izquierdas aferrado a banderas y eslóganes… pero ya hace años un hombre tan admirado en la izquierda como Julio Anguita había dicho (en una conferencia en Coín, Málaga): «Pido que midáis a los políticos por lo que hacen y aunque sean de la extrema derecha, si los otros son unos ladrones, votad al de la extrema derecha […] ¡Votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo!»
Vencido, pues, el escollo del miedo a la derecha (y si hemos comprendido bien que se trata de elegir entre defensa coherente de la Constitución y su progresiva destrucción), busquemos al más honrado de los constitucionales. Difícil tarea porque, desgraciadamente, nuestra clase política en general no es muy honrada y nos obliga a la máxima vigilancia(ii)… y por otra parte, ya no da tiempo a exigir (siguiendo la sugerencia de Savater) a nuestros políticos constitucionalistas que demuestren su patriotismo con una programa de mínimos común y unas candidaturas conjuntas donde el sistema d’Hont castigue la fragmentación. Tampoco se puede trocear el voto, lo que sería estupendo para enseñarles a establecer dos o tres principios patrióticos donde no hubiera discusión y que las divergencias fueran de segundo grado (lo que los obligaría a especificar más y mentir menos).
Estudiemos, pues, a cada una de «las tres derechas», su programa y su campaña electoral (seleccionando bien entre la abundante información que recibimos a todas horas e intentando detectar las muchas mentiras que hay en ella) y, sobre todo, su trayectoria real («Por sus obras los conoceréis.») y entreguemos nuestro voto con la satisfacción de haber decidido de acuerdo con nuestros sentimientos pero también con nuestra razón.

Manifestación de ‘las tres derechas’ en la Plaza de Colón, Madrid, 09-02-2019

(i) Otra cuestión importante para analizar en los cinco partidos es la del liderazgo, pero eso será objetivo de otro artículo.
(ii) Los socialistas vizcaínos de principios del siglo XX afirmaban que había que elegir, para manejar los recurso de la UGT, al más honrado de todos los militantes… pero luego vigilarlo como si fuera el más ladrón.
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