La cuestión principal

2016-09-05_1657Por encima del análisis del resultado final de la sesión de investidura en el Congreso, del papel (de los aciertos o errores) y las responsabilidades de los diferentes líderes (y especialmente los cuatro principales), lo que me parece más necesario es acotar bien la cuestión fundamental que se ha planteado, una vez más pero en esta ocasión con mayor gravedad según mi criterio, en estas últimas jornadas en el Congreso de los Diputados.
En mi opinión, el resultado final no debe entenderse como 170 síes a favor del candidato propuesto por el Jefe del Estado (Mariano Rajoy, apoyado por su partido, Ciudadanos y Coalición Canaria) y 180 en contra sino como 170 síes para la defensa formal (con más o menos determinación pero con declaración inequívoca) de la soberanía nacional y 180 en contra: clara e insolente como en el caso de Tardà (Esquerra Republicana), Homs (Partit Demòcrat Català) o Esteban (PNV), que no tienen ningún reparo en negar la Constitución que juraron o prometieron y despreciar al Estado que los financia; cínica y demagógica como en el caso de Unidos Podemos, o vergonzante en el caso del PSOE.
No creo que sea necesario hacer un gran esfuerzo para argumentar sobre o documentar la actitud de los separatistas que van al Congreso de los Diputados; como decía antes, ellos no tienen ningún interés en disimular su antiespañolismo y sus discursos, de estos días o desde hace años, son unívocos: traicionando su juramento a la Constitución, niegan su condición de representantes de todo el pueblo español y sostienen, sin ambages que «su» territorio y «su» ciudadanía, Cataluña o Euskadi, son nación mientras niegan la condición de nación a España (a la que, para evidenciar su desprecio, llaman en la mayoría de los casos el Estado). Ante esta gravísima (y, por supuesto, ilegal e ilegítima) actitud, los gobiernos sucesivos de PSOE o PP han preferido «mirar para otro lado» o hacer oídos sordos, pero no puede estar más claro que estos diputados hacen constante alarde de perjurio y secesionismo en la propia institución que es el centro de la soberanía nacional, creciéndose en cada ocasión al comprobar que permanecen impunes hagan lo que hagan.
Unidos Podemos (y sus confluencias) nació como un conglomerado confuso de personas, ideas, estrategias y tácticas, ideales e intereses en enero de 2014 y logró un insólito triunfo en las elecciones europeas de mayo de ese año. A partir de ahí el «éxito de crítica y público» fue fulgurante: apariciones estelares en casi todas las televisiones, triunfos espectaculares en las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015 (control del gobierno de la comunidad valenciana, alcaldías de Madrid, Barcelona, Cádiz, La Coruña…). Y en las elecciones generales de diciembre de 2015, Podemos (y sus confluencias) se coloca como tercera fuerza política en España, con cinco millones y medio de votos (20,66% del total). Sin embargo ese fue su cenit y a partir de ahí desciende; incluso tras integrar a Izquierda Unida (que tenía un millón doscientos mil votos) se estanca y pierde votos y sobre todo fuerza política. Es normal: su ideología está compuesta de retales del marxismo-leninismo, sus dirigentes tienen muy escasa formación teórica (ni siquiera una formación libresca), y su práctica se limita a la conspiración en los despachos universitarios y la manipulación de asambleas; sus políticas económicas, sociales, de relaciones exteriores, de respeto a las leyes y a la Constitución son endebles, confusas, contradictorias (como, por otra parte, es absolutamente normal en una coalición formada por más de 40 partidos y chiringuitos). Y en cuanto al problema del separatismo en concreto, toda su política está basada en el halago a los secesionistas, en aceptar su «Estado multinacional», hablar de «país de países», proponer referendums absurdos (e ilegales), en definitiva, liquidar la Transición y abrir un periodo constituyente de objetivo y recorridos totalmente inciertos.
El caso del PSOE es más complejo. El actual PSOE cierra, tras perder las elecciones en 1996, la época de Felipe González (que había comenzado en 1974 con el famoso congreso de Suresnes, donde, con todas las consecuencias y con los necesarios apoyos internacionales, se enterró al viejo PSOE) y entra en una nueva etapa con la llegada de Rodríguez Zapatero; nueva etapa en la que, tanto cuando recupera el poder (en gran medida por la carambola del 11M de 2004) como cuando pasa a la oposición (en 2011, en medio de la crisis más dura que hemos padecido en décadas) se caracteriza por su terrible esquizofrenia en diversos aspectos pero, sobre todo, en el de la unidad y la soberanía nacional. Así Pascual Maragall, líder del PSC, retirando, en 2005, su denuncia de que los Pujol y sus secuaces cobraban descaradamente el 3% de todas las contrataciones de la Generalitat; así Zapatero (que decía en el Senado que el concepto de nación ˗˗referido a España˗˗ era «discutible y discutido»), reuniéndose hasta altas horas de la madrugada con Artur Mas (sucesor de Pujol) para salvar un nuevo Estatuto de Autonomía que se había encallado en Cataluña y que luego resultó insconstitucional en sus partes fundamentales; así José Montilla, socialista, sucesor de Mas, presidiendo un gobierno tripartito enfrentado y desafiante al Tribunal Constitucional; así, especialmente, un PSC (partido hermano aunque autónomo, o viceversa, del PSOE) defensor intermitente de las tesis separatistas, unas veces defendiendo el «derecho a decidir» (el inexistente y cínico derecho de autodeterminación) y otras poniéndose «equidistante» entre el «inmovilismo» del PP y el «maximalismo» de los nacionalistas… Así en numerosas ocasiones y con diferentes protagonistas, pero nunca con una posición única y clara del PSOE (y PSC) de defensa de la Constitución y concretamente del fundamental artículo 2 («La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.»)
De forma que tenemos un bloque heterogéneo (separatismas de distinto signo más populistas más socialistas incoherentes) pero unidos por dos sentimientos que se alimentan mutuamente: el odio visceral al Partido Popular, que identifican con el franquismo, y el desprecio (los separatistas) o menosprecio (populistas y el actual PSOE) por lo español (historia, cultura, lengua). Nos enfrentamos, pues, a una paradójica y muy preocupante situación en el Congreso de los Diputados: de los 350 miembros (los cuales, todos y cada uno de ellos, «representan al pueblo español», y por tanto) depositarios de los soberanía nacional, 180 niegan de forma insolente o ponen en entredicho de forma hipócrita esa soberanía. ¿Hay algún problema mayor que este? ¿Hay alguna cuestión que exija mayor atención que esta? ¿Se puede resolver la mucha corrupción en todos los órdenes de nuestra sociedad, la creciente desigualdad entre los distintos grupos sociales, el deficiente sistema educativo o cualquier otro problema grave que padecemos sin resolver, previamente, este fundamental de que no haya una discusión permanente, una bronca obscena y degradante sobre España como nación, sobre la constitución y el régimen político que nos hemos dado entre todos y democráticamente, sin acabar con este desafío permanente a la autoridad del Estado, incluyendo el desacato a los más altos tribunales? Se me podrá decir que el programa secesionista es inviable y que, después de décadas, sigue sin materializarse; incluso, que el terrorismo separatista fue derrotado… pero lo cierto es que el Estado es cada día más débil, que las administraciones autonómicas (especialmente Cataluña) cuentan cada vez con más recursos de todo tipo y, sobre todo, que esos recursos, en gran medida, se dedican a manipular los sentimientos de la gente, con mentiras sutiles o groseras o, cuando la gente se resiste, a acosarla con todo tipo de ilegalidades. Podemos comprobar todo ello si prestamos un mínimo de atención a las noticias que recibimos por múltiples medios (multas por rotular en castellano, prohibición de estudiar en la lengua materna, banderas ilegales en edificios públicos mientras se retiran los símbolos nacionales…). De forma que la estrategia separatista, si no se derrota completamente, consolidará, en el mejor de los casos, una separación entre ciudadanos de primera y segunda categoría y, en el peor, una troceamiento, de iure o de facto, del territorio nacional.
Conclusión. Si es cierto lo que yo planteo aquí como la cuestión principal, si es verdad que la votación del viernes pasado en el Congreso no hay que verla como Rajoy sí o Rajoy no sino como soberanía y unidad nacional si o no, no es posible opinar, manifestarse o participar en los procesos democráticos sin tener en cuenta esa degradante batalla entre 170 representantes del pueblo español que respetan y defienden (con más o menos determinación y acierto) la soberanía y la unidad nacional (la Constitución y las instituciones y leyes que de ella se derivan) y los 180 que, con más o menos matices, sostienen justamente la opción contraria. Y por eso es tan importante la posición del PSOE: de los separatistas poco podemos esperar salvo que seguirán avanzando en su desafío hasta donde las fuerzas constitucionales les dejen llegar; de Unidos Podemos tampoco podemos esperar más que zigzagues oportunistas… o que se desinflen definitivamente. Pero si el PSOE continúa en la estúpida posición que lo colocó la equidistancia del Comité Federal (no a gobierno con PP y no a gobierno con separatistas) y las marrullerías de Pedro Sánchez (buscando la cuadratura del círculo de conseguir el imposible apoyo de Podemos y Ciudadanos para un «gobierno de cambio y progreso») no sabemos si seremos capaces de salir de este bucle o si se provocará tanto hastío y recelo en la ciudadanía que unas terceras elecciones podrían arrojar cualquier resultado, incluyendo el más descabellado. Y, por supuesto, si al final Pedro Sánchez consiguiera articular una mayoría de diputados con lo que él viene llamando las «fuerzas del cambio», si lograra obtener la confianza para un gobierno presidido por él, con el apoyo de Podemos y algunos separatistas, sería una completa falsedad etiquetarlo de «gobierno de cambio y progreso»: su verdadera naturaleza, por encima de la verborrea que pudiera emplear, sería la de un gobierno contra España y, en definitiva, contra la mayoría de los españoles.
Dos notas finales. 1. No debería entenderse mi posición como una aprobación de la política de Rajoy ni mucho menos que lo elevo a la categoría de estadista: me limito a seguir, en lo fundamental, lo que dijo, pocos meses antes de su muerte, Gustavo Bueno en el sentido de que, entre todos los políticos disponibles, el más capacitado para reunir fuerzas con que enfrentarse a la amenaza del separatismo es Rajoy. Es terrible tener que decir esto pero es lo que traen consigo décadas de mala política, de maniqueísmo, de corrupción en todos los órdenes, de una mentalidad generalizada de que todos tenemos muchos derechos y pocos deberes… 2. A pesar de todo lo anterior, no creo que pueda tener éxito la «solución Sánchez». ¿Por qué? Porque es más fácil unirse para negar que para aimagesfirmar, porque a la contra pueden desimularse mejor las tremendas contradicciones que se dan entre los separatistas, entre los podemitas y sus confluencias y entre los diversos sectores del PSOE; y, por último, porque ellos saben que tener el Gobierno central no significa tener todo el Poder y que ese gobierno contra España podría provocar una vigorosa reacción en otras instituciones y entre la ciudadanía que, a la postre, significara su derrota.

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6 respuestas a La cuestión principal

  1. Elisa dijo:

    Análisis valiente y lúcido; muestras el grave conflicto de identidad y desintegración de la unidad nacional en profundidad.
    E.S.

    • librosyabrazos dijo:

      ¡Gracias por tu apoyo, Elisa! Necesitamos acumular fuerzas contra los disgregadores y unir nuestros granitos de arena para seguir levantando la montaña…

  2. Fernando Carratalá dijo:

    No se puede añadir ni quitar una coma a tu lúcido análisis.
    Quedará como documento histórico.
    Enhorabuena.
    Fernando

    • librosyabrazos dijo:

      Muchas gracias por tu apoyo, Fernando. La verdad es que vivimos una situación en que se convierte en un mérito proclamar las verdades más elementales para intentar que no triunfen las mentiras más groseras.

  3. Amelia dijo:

    ¿Será el pueblo español capaz de hacerse cargo de la gravedad de la situación, de la estupidez de las fuerzas políticas (sobre todo las separatistas) y de algunos diputados? Si así fuera, tenemos que unirnos para acabar con este engaño, acabar con este maniqueísmo. Por favor ¡basta ya! y pidamos además, que estos señores diputados y congresistas no cobren esos salarios que, además de ser vergonzantes dada la situación del país, no están haciendo su labor, no están trabajando.

    • librosyabrazos dijo:

      Gracias por participar, Amelia. Y tienes razón al decir que quien no rinde en su trabajo debería renunciar a cobrar por ello. Los autónomos sabemos mucho de eso, ¿verdad?

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