El lema del PSOE para la campaña electoral que culminará el 10 de noviembre ha sorprendido a propios y extraños (sobre todo a algunos propios socialistas del PSC y aliados del PNV y a algunos extraños periodistas de trinchera): «Ahora, Gobierno. Ahora, España.» Sobre todo, la segunda frase. ¿España? ¿No sería mejor, más de izquierda, más progresista, País, Territorio, Estado, Federación, Confederación… ¡República!? ¡No, España!
Pero… ¿no es un poco triste que un partido que aspira a gobernar un país con uno de los territorios más hermosos del planeta, una historia envidiable (con muchas más luces que sombras) y una ciudadanía que se sitúa a la cabeza de las más longevas, solidarias, alegres y tolerantes del mundo actual… no es sorprendente que sea noticia por reivindicar un nombre y una condición tan natural como patriótica (o viceversa)? Pues no: en las actuales circunstancias, bienvenidos al club, señores del puño y la rosa: estamos de acuerdo: AHORA, ESPAÑA.
Desde luego, puede ser un mero giro táctico del hombre que ha estado buscando años naciones asimétricas y sentimientos peculiares para los que había que legislar… pero bendito sea si eso fortalece al Gobierno y al Estado frente al ataque continuado, y cada vez más violento, que en Cataluña y en otros lugares de España persiste, a pesar de todas las leyes, todos los diálogos… y todos los miles de millones de euros que se conceden a los separatistas.
Y hay que reconocer que, incluso si fuera un mero giro táctico o una mera añagaza para embaucar a los electores más débiles, los que en un principio simplificamos la figura del líder del PSOE llamándole, por ejemplo, «arribista incompetente», tendremos que admitir que es mucho más competente de lo que parecía y desde luego menos incompetente que algunos otros líderes que no supieron (aquellos) o que no saben (estos) tomar más iniciativas que las que dictan las estadísticas y los consejeros más o menos áulicos. En todo caso, es bien sabido que somos señores de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras y, por ello, una vez aireado el eslogan «Ahora, España.» habrá de tenerse más cuidado si se quiere volver a las andadas.
Por supuesto, el adverbio correcto no es ahora sino siempre. En una nación que quiera mantener su independencia, que quiera defenderse de sus enemigos externos e internos (que siempre los hay mientras no cambiemos la naturaleza humana), que quiera respetar y atender a su ciudadanía, es fundamental que su Gobierno, no en una coyuntura o en un regate electoral, no circunstancialmente sino siempre, siempre, siempre considere que la nación –su territorio, su ciudadanía, su patrimonio– es lo principal, lo innegociable.
Pero ahora y siempre no tienen por qué ser antagónicos y mucho menos en política. Si los que enarbolan la bandera ahora lo hicieran por oportunismo y amor a sí mismos, los que la enarbolamos siempre y por amor a la patria, no debemos, no podemos rechazar esa convergencia temporal porque nuestro más peligroso antagonista es el que niega esa bandera, esa nación, el que la ultraja y pretende destruirla.
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Ahora y siempre: completamente de acuerdo.
Gracias José María.
Reconozco que cuando leí el slogan del PSOE me encabrité: otra cabriola del doctor, pensé.
Su oportunismo, su ausencia de convicciones, su falta de rubor en decir una cosa y la contraria…
Tu reflexión me ha hecho cavilar y, sí, ahora ya con la cabeza fría, pensar en cómo aprovechar el momento coincidente, en unir, en alargarlo, más que en enfatizar en los desencuentros, que retornarán, que duda cabe.
Y esa es la cuestión, ¿cómo se substancia en acciones y realidades su Ahora España? ¿cómo aterrizarlo, como gustan en decir en las empresas?
Más que discutir sobre qué adverbio representa mejor el pensamiento, en cuál nos sentimos más cómodos, trabajemos juntos por España, sin importar quién se adjudica la medalla. Empujemos todos a una y aprovechemos el momentum.