I
Esta semana ha sido terrible para miles y miles de personas, compatriotas catalanes que han visto cómo la rebelión violenta de los separatistas, so pretexto de una protesta contra la sentencia del «procés», ha elevado peligrosamente el nivel de odio y violencia en muchas localidades de la comunidad y especialmente en Barcelona.
Una fuerzas de seguridad refrenadas, con insuficientes medios y con órdenes de aguantar golpes y humillaciones para no dar pretextos a los separatistas (como si ellos no fueran capaces de inventarse los pretextos más cínicos). Ataques de los violentos con piedras, líquidos agresivos, basura, hogueras, ¡motosierras!
Destrozos por valor de millones, cientos de heridos, alguno de gravedad, incluso una muerte por infarto atribuible al caos producido en el Aeropuerto de El Prat.
Pero, sobre todo, miedo y frustración generalizados en la mitad de la población y fanatismo temerario en la otra mitad. Una sociedad partida, estresada, herida profundamente.
Un nuevo acto del golpe de Estado «a la catalana» que se viene desarrollando «a cámara lenta» (Alfonso Guerra dixit») desde hace décadas en Cataluña, con la complicidad, por activa o por pasiva, de los gobiernos de la Nación, con la indignación de gran parte de la ciudadanía española pero también, hay que reconocerlo, con el desconcierto o la resignación de muchos compatriotas.
II
180 grados, giro urgente en la política española.
180 diputados, necesarios en el Congreso para ese giro, posiblemente mejor entre 3 partidos para evitar la vuelta prematura a un bipartidismo que ha resultado nefasto en las últimas décadas, pero, si fuera necesario, entre 2 partidos.
180 : 3 = 60
60 + 60 +60 = 180
80 + 60 + 40 = 180
90 + 45 + 45 = 180
100 + 50 + 30 = 180
180 : 2 = 90
90 + 90 = 180
100 + 80 = 180
120 + 60 =180
130 + 50 = 180
y III
Daré mi voto al partido que declare solemnemente que el punto central de su programa es acabar con la rebelión en Cataluña, restituir plenamente la autoridad del Estado en esa región de España, empleando toda la fuerza que sea necesaria y que solo pactará con otros partidos que acepten este principio.
Nota final. Mientras redacto este texto, llegan noticias de una fractura en el bloque independentista que se interpreta por algunos analistas como una victoria del «constitucionalismo». Pero puede ser una nueva añagaza o, en el mejor de los casos, un paso atrás para tomar nuevo impulso para seguir con el odio a España y el desafío al Estado. En todo caso, el problema no se resolverá solo con tácticas o escaramuzas y mucho menos con «diálogos» apaciguadores. La solución solo puede ser radical y contundente y, por supuesto, con absoluto respeto de la Constitución y las leyes vigentes.
Estamos pagando la factura de la incompetencia del gobierno anterior con su dontancredismo prolongado durante demasiados años. Es lo que suele ocurrir cuando no se toman la decisiones oportunas en el momento en que toca. En vez de una dificultad aparece un problema. Frente a la violencia irracional la mejor respuesta es una resistencia sensata aunque pueda parecer debilidad. Como se suele decir, en el caso de oleaje fuerte es lo más adecuado echar aceite para ablandar las olas. Se puede discutir si la resistencia de las FCSE ha sido suficientemente resistente, más que violenta, o insuficientemente contundente; pero esa divergencia de opiniones existirá siempre