Hace tres días, el martes 18 de los corrientes, asistí por la mañana a la muy interesante exposición «¿Qué es una biblioteca para ti?», con 20 preciosas viñetas de otros tantos artistas (de las que reproduzco aquí 5 al azar) y por la tarde a la excelente interpretación de Sueños, obra basada en la famosa obra de Quevedo, en versión libre de José Luis Collado y dramaturgia y dirección de Gerardo Vera, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con 10 magníficos actores sobre el escenario, encabezados por Juan Echanove, que alcanza aquí, creo, su mejor interpretación. Y ayer, en el maravilloso Paraninfo de la Universidad de Alcalá, tuve la suerte de ver en directo la entrega del 42 Premio Cervantes a Eduardo Mendoza, que, según el jurado y el propio premiado, significa un reconocimiento explícito al género del humor.
Es sabido que el humor –hablado, escrito o gráfico, en la escena o en la literatura, en libros o en panfletos– tiene una riquísima tradición en la historia de España: humor amable y sutil en Cervantes y los cervantinos como Mendoza, ácido y vehemente en Quevedo (y en muchos de los viñetistas actuales, miembros o no del recientemente creado Instituto Quevedo de Humor). Humor más atento a las pequeñas miserias de las gentes del común o los grandes atropellos del Poder, pero humor siempre político puesto que se involucra en la polis, en la sociedad.
El trabajo de Collado y Vera, como es natural, es mucho más quevedesco que cervantino, partícipe de, como dice Vera, «esa visión negativa y amarga del mundo»: «[…] mientras la indignidad moral del poder nos asfixie con la podredumbre, necesitamos a los maestros del pensamiento, os necesitamos a los que nos alumbrasteis el camino.» Quevedo alza su voz contra los atropellos del Poder, de la Iglesia, de la Ignorancia, y se erige en defensor de las víctimas que estos producen: «gente asustada, asombrada, desorientada, dolorida.»
(Imágenes tomadas de Cuadernos Pedagógicos, núm. 58)
Desde su inteligente humildad, Eduardo Mendoza nos invita a reflexionar sobre sus cuatro lecturas profundas del Quijote y, en el más puro estilo cervantino, nos confiesa: «Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque ésta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo.»
(Imágenes tomadas con mi móvil)
Es bueno que practiquemos el humor para criticar, denunciar, combatir los atropellos y las injusticias… pero que lo hagamos con inteligencia y mesura, sin zafiedad ni falacia, con imágenes y palabras, con ironías y contrasentidos, con escenarios y libros… y esforzándonos todo lo posible para que nunca puedan utilizarse otras herramientas menos amables, más crueles y sangrientas. Practicar el humor, con la ayuda de los grandes maestros, utilizando lo mejor de Quevedo y de Cervantes, de tantos artistas que nos alumbran el camino. Combatir a las gentes insolidarias y logreras y, sobre todo, al Poder tiránico o demagógico… pero jamás a la gente trabajadora y honrada, a los ciudadanos normales, ni al Poder legítimo y necesario. Quizá no por casualidad se refirió el Jefe del Estado (en su discurso de ayer) al Cardenal Cisneros: «El espacio que nos acoge, el Paraninfo, que ha sido escenario de importantes acontecimientos a lo largo de la historia, fue ideado por el venerable fundador de esta Universidad: el Cardenal Cisneros (Francisco Jiménez de Cisneros), un estadista, reformador, promotor de la educación y de la cultura, al que recordamos en este año en el que se cumple el V Centenario de su fallecimiento.»
Sin duda, el humor, la ironía, es un gran recurso emocional para estos tiempos que vivimos, aunque haga de rabiosa actualidad aquel aserto: “El humor es la sonrisa de la desilusión”; no siempre, claro está, pero algo hay de eso… Por lo demás, leí el discurso del premiado Mendoza, cargado de humor.