Hace poco me visitó en Pinto un «comercial» que había ejercido durante años una de las profesiones ligadas a la edición. Tras el saludo, recorrió la vista por mi despacho y dijo con sincera admiración «¡Esto sí que es un despacho de editor!» ¡Gracias!… Pero, habría que añadir, de editor un tanto desordenado (porque últimamente tengo la mesa con demasiados papeles) y un tanto perezoso (porque algunas de las bolsas con libros y las carpetas con documentos que hay por diversos sitios podrían estar mejor colocadas). Pero si, ciertamente, un despacho de editor, porque está lleno de libros (por supuesto no solo de Ediciones de la Torre) y también adornado con algunos objetos (sentimentalmente) valiosos como, por ejemplo, un par de dibujos originales de Rafael Alberti, una escultura africana en madera noble representando un hombre leyendo, una balanza para gramear papel, una barra de plomo de linotipia, una matriz litográfica procedente de los históricos talleres de Rivadeneyra… y, también, una serie de papeles pegados en las estanterías con frases alegóricas a la profesión, como una de Gabriel Miró que me entusiasma («La palabra no ha de decirlo todo, sino contenerlo todo», o a la vida misma, como la famosa frase de Mafalda: «Si no fuera por todos nadie sería nada», o la de Pitágoras: «La libertad dijo un día a la ley: “tú me estorbas”. La ley respondió: “yo te guardo”», o la del Mao mítico: «Osar pensar, osar hablar, osar obrar». Valor especial tiene la reproducción de una pintura de Goya: el famoso anciano que se sostiene con bastones, con la leyenda «Aún aprendo», regalo de mi colega «y, sin embargo, amigo» Ramiro Domínguez.
Aún aprendo es toda una declaración de forma de vivir y de pensar y sobre todo de pensar como se vive y vivir como se piensa. Empezamos aprendiendo en el vientre de la madre y morimos aprendiendo (a morir). Si hubiera que elegir un valor central para mejorar nuestra sociedad sin duda sería el de la educación, el del aprendizaje permanente, el de la actitud de curiosidad activa, de autocrítica y superación, de sincero deseo de aprender (y aprehender en su segunda acepción) en todo momento y circunstancia. Naturalmente aprender es un proceso complejo que nos exige esfuerzo, concentración, dedicación y, sobre todo, valoración, es decir, considerarlo algo muy importante. El aprendizaje exige combinar observación, instrucción, experimentación, razonamiento… Quiero decir con esto que si una persona se pasa el día resolviendo problemas inmediatos y, dando respuesta inmediata a cualquier pregunta que se le plantee, podrá observar y reflexionar poco, podrá documentarse poco, y en consecuencia aprender poco. Tuve hace muchos años un proveedor, un director-propietario de una pequeña encuadernación, que como no podía cumplir los compromisos adquiridos por una deficiente estructura y una dirección endeble, se pasaba el día hablando con los clientes que protestaban, dándoles razones, algunas ciertas y la mayoría inventadas, para justificar su retraso en la entrega o sus errores en los acabados; buena persona pero débil empresario, acabó cerrando. Un día le había dicho: Querido amigo, danos menos explicaciones, renuncia a ciertos pedidos y ciertos clientes, y concéntrate en analizar las causas de los errores y las soluciones a los mismos…
¿Podemos decir algo parecido a nuestros políticos? ¿Podemos decirles que visiten menos platós, que tengan menos debates teatrales y que se documenten más, analicen mejor y formulen menos pero mejores soluciones? ¿Podemos decir que en estos 6 meses de «desgobierno» e incertidumbres de todo tipo, si los líderes de los respectivos partidos (sobre todo, los de los cuatro principales, pero también los de pequeños grupos residuales como Vox o UPyD) hubieran dedicado más tiempo a la observación y la reflexión, en definitiva a aprender, no les hubiera ido mejor a sus partidos y a ellos mismos?
Y, mirando hacia adelante, ¿podemos pensar que las grandes lecciones que se derivan de los resultados del 26J les harán ser un poco más humildes y aplicados, que abandonarán las disculpas y las acusaciones superficiales y valorán más el necesario aprendizaje y la saludable autocrítica? Seamos optimistas: sí, todos aprenderán algo y seguramente mejoraremos la situación política (económica, social, etc.) en los próximos meses: habrá menos dicharacheros y más directivos, menos eslóganes y mítines y más formulaciones racionales para abordar los problemas, incluso se podría decir que los dirigentes que sean capaces de hablar menos para documentarse más y pensar mejor serán los que sobrevivirán y los que sigan parloteando serán los que pasen a la historia y sean justamente olvidados.
Por supuesto que esa misma norma se nos puede aplicar a todos. Por eso yo, no sé si con poco o bastante éxito, me esfuerzo en seguir aprendiendo. Lo pongo en mi Facebook (junto a otro gran aserto de Terencio: «Nada humano me es ajeno») y sigo exhibiendo, con una mezcla de orgullo y humildad, la amable reproducción de la magnífica pintura de Goya. También para aprender y aprehender las lecciones del 26J.
Amena lectura y excelentes reflexiones pero al ver la imagen con la que adornas el texto pensaba que habría alguna solución antológica al complicado puzzle derivado del 26J. Te veo en exceso optimista respecto a las capacidades cognitivas de nuestros líderes políticos.
Me gustaría conocer cuales son esas grandes lecciones que derivan del 26J, porque como siempre cada uno lee los resultados a su manera.
Por último y como se que esta te gustará, comparto contigo la reflexión que más me ha gustado de las que me han llegado tras los resultados de las elecciones, y es una foto en la que se ve a nuestro “querido” Generalísimo en sus mejores tiempos con la leyenda: “Si llego a saber que sois tan gilipollas os hubiese dejado votar antes”.
Besos
Gracias por participar, José Manuel. Como he recibido, además de tu implícita petición de que desarrolle el tema de las lecciones del 26J, otros comentarios por correo o por teléfono en este sentido, tendré que hacer una segunda parte de este artículo. Mientras tanto te aconsejo que leas a Santiago Trancón, con el que coincido en parte: http://www.lanuevacronica.com/lecciones-electorales.
Y, por otra parte, lamento decepcionarte pero no comparto en absoluto la idea que se deriva del comentario apócrifo de Franco. Intentaré demostrar en mi próximo comentario que los electores han ejercido su derecho al voto con bastante acierto.
Besos.
Pues coincido con la brillantez de esa imagen que comenta mi primo, y creo que si Franco levantara la cabeza, estaría más que satisfecho de lo que han hecho sus discípulos…
Por ejemplo, jamás pensé que llegaría a verte defender (espero que no votar) a los herederos directos de aquellos que te encarcelaron, robándote algunos de los mejores años de tu vida. Si los has perdonado, es muy loable, pero ni tu madre, ni yo en su memoria, lo haremos jamás.
En cualquier caso, es sencillo destacar los fallos de los demás, ya sea encuadernador, pequeño empresario, editor o político. Lo difícil es encontrar gente que anteponga los intereses de los demás a los propios, y que demuestre “humanidad” en cualquier ámbito de la vida. Ojalá seamos capaces de aprender a hacerlo, y de inculcar a nuestros descendientes esa necesidad…
Gracias por participar, Antonio. Por supuesto que no tengo el menor rencor contra los que me encarcelaron, aunque sigo luchando contra la injusticia y, consecuentemente con ello, contra el maniqueísmo sectario. Y coincido contigo en que necesitamos «inculcar a nuestros descendientes» humanidad.
No quería decir que la compartieras, sólo que te gustaría.
Por mucho que cada uno de nosotros pensemos que nuestra opción es la mejor, está claro que la mejor opción es la que elige la mayoría.
He oído en ocasiones e incluso compartido, que no todos los votos son iguales ni deberían serlo. Está claro que hay personas con enorme formación, información, dedicación, meditación, etc que dedican esfuerzo y tiempo a sopesar su voto. Y otras que simplemente votan por que les gusta tal o cual color, o porque su marido/mujer vota a tales colores, o porque tienen un familiar en este u otro partido, o porque su candidato es más guapo, o………
Pero lo bueno y malo de la democracia es eso, todos los votos valen lo mismo.
Besos
Cierto. La democracia tiene muchos defectos pero, como se ha dicho tantas veces, es el menos malo de los sistemas políticos. La gente puede opinar y elegir a sus representantes sin miedo a ser reprimido por ello. Pero es muy importante que cada uno ejerza ese derecho con la mayor responsabilidad. Para ello hay que documentarse bien, sopesar los pros y los contras en cada circunstancia… y aceptar el voto de la mayoría, emitido de acuerdo con la Ley.
Besos.