Hace días recibí en mi buzón los sobres de propaganda de las cuatro formaciones mayoritarias que concurren a las Elecciones del 26 de junio. Hoy los he abierto y leído con atención. Viene bien, ante tanto bombardeo de declaraciones, entrevistas, debates y mítines, leer algo sucinto y dirigido a un ciudadano medio. He aquí mis impresiones.
En general no hay autocrítica en ninguno de los cuatro y su lenguaje es amable pero deliberadamente propagandístico. Es mucho más verosímil lo que dice cada uno de los otros tres que lo que dice de sí mismo. Hay mentiras evidentes y escandalosas. Como era de esperar, las «líneas rojas», los vetos y las afirmaciones o negaciones concretas y univocas se evitan cuidadosamente. No obstante todo lo anterior, leyendo con mucha atención se pueden detectar las verdaderas intenciones de cada uno y la tremenda indefinición de todos ellos en la imprescindible política de acuerdos y alianzas.
Rajoy habla del cansancio natural, que tiene la gente por las elecciones, los partidos y los políticos, sin analizar nada del fracaso de la anterior convocatoria, y pide, con aparente modestia, el voto para decidir «si seguimos avanzando o volvemos atrás.» citando 12 cuestiones fundamentales: la quinta, «Defendiendo la unidad de España. Concretamente, seguiremos defendiendo el Estado de las Autonomías, pero jamás cederemos ante el incumplimiento de la Ley y la Constitución que es garantía de nuestro progreso, convivencia y concordia.» y la duodécima, «Y luchando contra la corrupción.»
Pedro Sánchez personaliza la carta y pide hasta 11 síes (entre ellos, «Sí a un proyecto compartido para España, que respete la diversidad y garantice la igualdad de derechos y de oportunidades de todos los ciudadanos y ciudadanas, al margen del lugar en que vivan, apostando por un modelo de convivencia en el que todos nos sintamos representados.») para «cambiar nuestro país, como ya lo están haciendo gobiernos socialistas en comunidades autónomas y ayuntamientos.»
La carta de Unidos Podemos (con su inigualable estilo almibarado) retoma una idea de la intervención de Rajoy de hace dos o tres legislaturas, pero presenta como auténtica la carta de una niña (que ahora confiesa 30 años, se llama Esperanza y «es una joven investigadora en Biología Molecular que se tuvo que ir a Londres para poder trabajar de lo que estudió.») Esperanza (que posteriormente se ha reconocido que era una invención) cuenta cuánto agradece los desvelos de sus abuelos y padres por lo que hicieron hace años pero pide un futuro mejor para lo cual se integra en «una generación que hizo siempre todo lo que se le pidió y que ahora, por primera vez, quiere asumir responsabilidades con su país.»
Ciudadanos es el más lacónico e impersonal (aunque Albert Rivera sigue utilizando su fotogenia incluso en el sobre). Sigue hablando de «Tiempo de acuerdo – Tiempo de Cambio» , destaca sobre todo «Pensiones justas para nuestros mayores porque gracias a ellos muchas familias están saliendo adelante.», se ofrece como «partido dialogante capaz de liderar un Gobierno estable y limpio», reivindica «más camas de hospital y ayudas a la dependencia», «una educación pública de calidad, con libros gratis y donde nuestros jóvenes sepan inglés», «ni corrupción ni populismos que ponen en riesgo nuestros ahorros de toda una vida» y concluye que «España no hay que romperla, hay que reformarla, Desde el centro, no desde los extremos.»
Para terminar esta reflexión creo que puedo reafirmarme en lo que dije en «¿Quién asesinó la venta?» y «Mi pacto con UPyD».