«¿Quién asesinó la venta?»

Aprendí mucho en Ruedarsa,2016-03-20_1650 cuando dirigía las relaciones laborales de una empresa de más de 300 personas y con una conflictividad media. Uno de los problemas que tuve que abordar fue la formación de los cuadros intermedios de la empresa que, en su gran mayoría, debían su puesto a haber sido los mejores en el nivel anterior: se cumplía allí el famoso «principio de Peter» (alcanzar, mediante sucesivos ascensos, su máximo nivel de incompetencia) en mayor proporción de la aceptable. De manera que establecí un programa de formación (entonces no se llamaba coaching, afortunadamente), con unas clases muy animadas con diversos medios audiovisuales, incluyendo unas películas breves pero muy bien realizadas de la Rang Xeros Corporation. La que recuerdo mejor, y que me parece muy oportuna para la situación que vivimos en nuestro país, es la que se llamaba, con una sintaxis discutible, igual que esta entrada de mi blog.

Se trataba de una empresa en crisis y que podía rehacerse e iniciar una etapa más fructífera si consolidaba una venta importante a un cliente solvente. La venta se frustraba por una serie de hechos concatenados, por unos cuantos errores que espantaban al cliente. Una serie de mediocres directivos o empleados, en diferentes y sucesivas actuaciones, acababan por irritar y alejar al cliente salvador. Señalemos los principales.

Allí estaba el mediocre arrogante y maleducado que trataba con poco respeto al cliente; el mediocre indolente que no atendía suficientemente al cliente y que tampoco sabía disculparse por los errores que había cometido, el mediocre ingenuo que no comprendía suficientemente la compleja relación entre cliente y proveedor… y estaban los chismosos, que opinaban a la ligera y en público, con lo cual contribuían al descrédito y debilitamiento de la marca.

¿Por qué recuerdo ahora esto? Porque España, el Estado español, el Poder, después de una terrible crisis económica, política, social y, sobre todo, intelectual que afecta a su propia estabilidad y hasta su supervivencia, parece que ha «asesinado una venta» aunque esperemos que no sea la definitiva. Identifiquemos a los actores de este «asesinato», concretamente a los tres que si hubieran unidos sus esfuerzos habrían alcanzado un gran acuerdo, la «gran coalición» y con ello habrían resuelto la crisis o, al menos, habrían invertido la tendencia a ir a peor.

El «funcionario indolente» sería el actual Presidente de Gobierno en funciones, incapaz de pedir perdón por sus graves errores y de ponerse diligentemente a corregirlos, confiando a la iniciativa de los demás, al «tiempo resolverá», la solución al problema. El «arribista incompetente» sería el actual Secretario General del PSOE, sin ningún otro principio que el de llegar al Poder y mantenerse en él por todos los medios a su alcance y que, a pesar de haber sacado el peor resultado del partido de toda la historia moderna, desde el primer momento ha pretendido aparecer como el gran triunfador, como la persona que puede establecer barreras a derecha y a izquierda y presentarse como la única solución progresista posible. Y el «ingenuo (o inocente) paradójico», sería el presidente de Ciudadanos que ha tenido, en los 10 años que lleva en la política, una actuación muy brillante en muchos campos pero que, quizá zarandeado por la complejidad de la situación (en el mejor de los casos) o deslumbrado por el brillo del poder (en el peor), ha creído que se podía jugar con la «centralidad», jugar a desarrollar la paradoja absurda de decir enfáticamente que necesitamos acabar con los antagonismos de «rojos» y «azules», que no puede haber «líneas rojas» salvo con el separatismo y el secesionismo y, al mismo tiempo, aceptar que el líder que se propone para presidir el Gobierno tenga como única ideología el antagonismo entre «rojos» y «azules» y trate con estúpida arrogancia a la fuerza con la que necesita entenderse si quiere obtener un poder legítimo, legal y eficaz, mientras coquetea con los secesionistas y sus cómplices objetivos. Parece evidente que los dos primeros responden claramente a la tipología del «principio de Peter» y el tercero, si no resuelve su paradoja, se acerca peligrosamente a su máximo nivel de incompetencia.

¿Y, los chismosos? En la película ese papel lo jugaban dos secretarias y aquí ese papel lo juegan una gran parte de la prensa que ha sustituido el necesario análisis por la anécdota y la caricatura y el compromiso con la verdad de la información por el compromiso de su partido o, lo que es peor, su odio personal por alguno de los dirigentes.

De forma que lo que en la película educativa era el pedido especial que iba a resolver la crisis de la empresa y posibilitar su fortalecimiento, y en nuestro país sería el acuerdo a tres para formar un Gobierno que podría sentar las bases del fortalecimiento del Estado y parar la secesión que se está produciendo en Cataluña, que podría combatir más eficazmente que hasta ahora la corrupción que nos ha contaminado todo (la judicatura, la empresa privada, la prensa, y, en general toda la vida social) en los últimos años y que estaría legitimado y capacitado para resolver, mediante grandes pactos nacionales, las cuestiones fundamentales de la vida social (enseñanza, sanidad, asistencia, pensiones, etc.), ambas soluciones (la de ficción y la real) se han frustrado.

Naturalmente, las similitudes entre aquella ficción y esta realidad no deben hacernos olvidar las grandes diferencias. España tiene muchas debilidades (véase mi análisis de hace año y medio: http://librosyabrazos.es/?s=DAFO) pero no es una empresa que dependa de una operación mercantil. En la película parecía que el único final posible era la desaparición de esa empresa y aquí no se puede ni plantear la desaparición de un país… salvo que sigamos sometiendo a nuestro país, a nuestra nación, a un acoso permanente y encarguemos la solución del problema a los indolentes, a los arribistas y a los ingenuos. Si perseveramos en el error claro es que no habrá ningún ser todo poderoso que nos garantice que no puede llegar el día en que se produzca el fatal desenlace. La historia nos demuestra que eso, aunque es muy excepcional, no es imposible.

Vistas así las cosas, ¿intentamos una chapuza, empezamos desde cero, nos echamos en manos de la «competencia» (las fuerzas populistas y secesionistas)? Yo considero que, a pesar de todos los pesares, estamos a tiempo de plantearnos las cosas en serio y volver a llamar al cliente (en este caso el sufrido y confuso pueblo español) y ofrecerle nuestros servicios, para decirle que nos hemos desecho del mediocre «funcionario indolente», del mediocre «arribista incompetente» y que el «ingenuo (o inocente) paradójico» ha aprendido la lección y recuperado su trayectoria inicial, sin dejarse zarandear por la situación tan compleja que vivimos, ni muchísimo menos dejarse deslumbrar por el brillo del poder. Y mucho mejor todo eso sin trucos, sin más engaños ni autoengaños, sin cerrar una vez más la herida en falso.

2016-03-21_2116

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3 respuestas a «¿Quién asesinó la venta?»

  1. Elisa dijo:

    Aguda analogía mostrando los peligros de los indolentes, arribistas e ingenuos…
    E.S.

  2. ana calle dijo:

    Completamente de acuerdo, creo que no podría expresarse mejor y con más ingenio. Y, dicho sea de paso, tampoco me gusta la palabra “coaching”, de la que tanto se abusa, supongo que por desconocimiento de la lengua española.
    Abrazos, Ana

  3. librosyabrazos dijo:

    ¡Gracias, Elisa y Ana! La situación es cada vez más preocupante y me desazona la idea de que todos y cada uno de nosotros debemos hacer un esfuerzo por comprenderla e intentar mejorarla en la pequeña medida que podamos hacer.
    Abrazos,
    JM

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