El juego de los dilemas

banderaesteladaDoña Flora Morata, que desde mayo de este año ya no está entre nosotros y con la que compartí durante muchos años puestos de responsabilidad en el Gremio de Editores, tenía la agradable costumbre de felicitarme por el día de San José; me gustaba doblemente esa felicitación porque venía de una persona conservadora y muy creyente que respetaba mi ateísmo progresista pero, sobre todo, de una colega (y maestra) que no era pródiga en felicitaciones en nuestra vida profesional. Sin embargo, durante un LIBER (en 2004 o 2005) me felicitó calurosamente porque presenció una discusión, relativamente tensa, en la que yo manifesté claramente frente a mi oponente que si tuviera que elegir entre Maragall (entonces líder del PSC y presidente de la Generalitat, que ya protagonizaba un peligroso salto hacia el separatismo) y Rajoy (entonces exministro en varias carteras y lider del Partido Popular, partido que se oponía, aunque sin demasiada consistencia, a ese separatismo), yo me inclinaría decididamente por Rajoy. Flora quedó gratamente impresionada: ¡un «rojo» prefiriendo a un «reaccionario» frente a un socialista separatista!
Quizá acababa de inventar yo (¡qué original!) «el juego de los dilemas». Un «juego» que puede tener muchos elementos lúdicos pero que también puede realizarse en circunstancias dramáticas y hasta trágicas: qué hacer cuando nos reclaman la bolsa o la vida, qué hacer cuando tenemos que socorrer a una u otra víctima… Qué hacer no cuando tenemos que tomar partido entre una cosa claramente buena y otra claramente mala (que ahí la solución al dilema es fácil) sino cuando tenemos que elegir entre lo malo y lo peor.
Pero hagamos una consideración previa: ¿siempre tenemos que elegir?, ¿siempre tenemos que elegir entre la bolsa y la vida?, ¿siempre tenemos que apoyar a un dirigente mediocre o a otro dirigente mediocre? ¡Depende! Si el atracador es más débil que nosotros podemos simplemente decirle: «¡Ni la bolsa ni la vida!»; si tenemos líderes con más poder que Rajoy y Mas, podemos hacerles una pedorreta a ambos y marcharnos con el líder más fuerte y acertado que ellos. Y, por otra parte, puede haber situaciones en que podamos negarnos a participar en el juego, en que nos abstengamos de decidir. Pero lo habitual será que tengamos que enfrentarnos a los dilemas que nos plantea la vida. Por ejemplo, es posible que ahora tengamos que decidirnos entre Mas (que con chulería sediciosa y golpista desafía al Estado y a la Nación) y Rajoy (que, a pesar de trampas y vacilaciones, jura y perjura que no negociará sobre la soberanía nacional). Pero para no poner siempre el ejemplo catalán, veamos otros dilemas. Por ejemplo, el que parece que tendrán que resolver, a corto plazo, los militantes honestos de Izquierda Unida: si es verdad que su organización se debilita y camina inexorablemente hacia su desaparición y que, por tanto, para seguir manteniéndose en el territorio de la izquierda tienen que elegir entre el PSOE y Podemos, ¿qué formación elegir? Otro ejemplo: si un número considerable de españoles consideramos que necesitamos un partido de ámbito nacional que defienda decididamente el fortalecimiento del Estado, la aplicación de la ley, la oposición a las fuerzas centrífugas, la regeneración de la vida pública… y los dirigentes de UPyD y de Ciudadanos no encuentran la forma de reunir ambas fuerzas, ¿a cuál de los dos partidos debemos apoyar?
Juego, como se ve, apasionante, donde, primero, tenemos que identificar bien el dilema; segundo, tenemos que ver si las circunstancias nos obligan a resolverlo o tenemos otra banderaespañolasalida, y tercero, si nos sentimos obligados, tenemos que acertar. No es fácil, por supuesto, acertar en ciertos dilemas como los que se presentan en este tiempo a la sociedad española. Pero merece la pena esforzarse en ello porque si nos equivocamos, por acción o por omisión, lo pagaremos muy caro.

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