Para SM
Trufa intentaba comprender. Presentía algo grave porque su ama (Julia Trujillo) no la escuchaba ni la miraba o hablaba como otras veces. Tampoco entendía por qué, súbitamente, entraban unos hombres extraños en su casa y yo, siguiendo sus instrucciones, la encerraba en un cuarto apartado. Luego, tampoco entendió por qué toda la casa se quedaba en silencio ni, mucho menos, por qué otra persona extraña la metía en un coche que no le era familiar y la volvía a dejar sola, durante unas pocas horas pero que a ella se le hacían eternas, en una casa que nunca había visto. Y después, cuando yo fui a «rescatarla», tras el alborozado recibimiento que siempre me hacía, me miraba, intentando comprender: pero con su elemental cerebro y su lenguaje cuasi binario, sólo podía hacer una pregunta elemental: «¿qué?».
Trufa sigue mirando un año después, y seguirá mirando, intentando comprender, lo que le queda de vida. Es muy emocionante verla cómo se para y mira, con sus ojitos de vista cansada, intentando averiguar ese qué elemental y solo en tiempo presente… Pero, bien pensado, el ser humano, con un cerebro mucho más evolucionado y un lenguaje (causa y efecto de ello) prodigioso, que parece capaz de definir todas las cosas, de dar todas las respuestas, sigue también, haciéndose, con su vista cansada de tanto mirar y como resumen de todas las demás preguntas, el mismo interrogante, en todos los tiempos: «¿qué?»… Y todo parece indicar que la pregunta seguirá sin respuesta y solo desparecerá cuando desaparezca nuestra especie.