El odio transmitido

2017-11-02_2311

Pero a pesar de todo, a pesar de la lluvia y del temor que me embargaba, a la luz
de la linterna
aún pude ver, entre las vigas y las tejas derrumbadas, una cama
de niño casi intacta.
Cuatro gruesas correas colgaban de sus barras –como
dispuestas todavía para amarrar a alguien en la cama– y, en medio
del

colchón, una piara de víboras había hecho su nido entre la lana.
Julio Llamazares: La lluvia amarilla, Barcelona,
Seix Barral, 2009,
p. 75, (1.ª edición, 1988).

Como todo el libro, la bella prosa poética (magistral combinación de endecasílabos y alejandrinos y otros versos de arte menor o mayor, junto a oraciones sin medida poética pero siempre con el ritmo de la buena poesía) de Llamazares nos emociona pero, sobre todo, nos invita a una profunda reflexión sobre la dramática realidad (la despoblación de comarcas enteras de nuestro territorio) de una parte muy significativa de nuestra sociedad, reflejada literariamente en el género supremo de la novela pero que también ha sido objeto de rigurosos ensayos.
Aprovechemos esta invitación para reflexionar también sobre el drama que se está viviendo en Cataluña en estos últimos años y, especialmente, estos últimos meses y que afecta a toda España.
Si todo sale según lo previsto, la legalidad constitucional y la soberanía nacional estarán restituidas en un plazo relativamente breve y en un plazo medio, seguramente, quedarán amortizados los graves quebrantos económicos que para la comunidad autónoma de Cataluña y para todo el país ha causado la aventura secesionista que el clan Pujol (aprovechándose de una historia falsificada y abusando del Estado de las autonomías) inició hace décadas para facilitar y ocultar su terrible corrupción. (Véanse otras entradas sobre este tema en este mismo blog.) Si todo sale según lo previsto… Pero el odio que se ha sembrado, el odio transmitido ha hecho nido en importantes sectores y hogares de la sociedad catalana y, como una piara de víboras potente aunque oculta, podrá atacar letalmente a muchos ciudadanos… ahora y en cualquier momento del futuro.
A partir de un plan siniestro nacido de la corrupción (no solo económica sino sobre todo de la corrupción moral e intelectual) del pujolismo, en todos los ámbitos de la sociedad catalana, desde los medios de comunicación hasta los púlpitos (si de verdad hay un Dios justiciero, esos prelados fanáticos y trabucaires que han utilizado el mensaje cristiano para propagar el odio, serán severamente castigados); desde los mítines a las reuniones semiclandestinas; desde los medios de comunicación hasta las redes sociales, y, sobre todo, desde la escuela infantil a la universidad, el odio transmitido ha ido apoderándose de las conciencias de muchas personas, de sus casas y sus calles hasta conseguir una gran parte de la sociedad catalana (quizá la mitad) fanatizada, alimentada de rencor y xenofobia y recargándose cada día de mentiras y victimismo.
Varias generaciones de niños han vivido su decisiva etapa en la escuela en medio de un odio exacerbado, venenoso. Miles y miles de niños y jóvenes han sido atados a una cama tóxica con correas que los esclavizaban, que violaban su inocencia y castraban su inteligencia y su bondad naturales. Por eso hemos podido ver colegios e institutos donde la docencia se sustituía por el más grosero adoctrinamiento y donde las aulas se decoraban de racismo y xenofobia; hemos podido ver clases y centros enteros paralizadas y sus alumnos lanzados cínicamente a las calles para hacer la «revolución», para convertirse en escudos humanos en una «resistencia» inventada.
Crimen nefando, el peor de todos, el que consiste en corromper la naturaleza de la infancia y la juventud (curiosidad, alegría, generosidad…) para sembrar allí el odio, para ocultar un nido de peligrosas viboras dispuestas a morder en cualquier momento. Ya se hizo así en las provincias vascongadas desde el primer momento de la Transición, con el siniestro resultado que todos conocemos. La lengua excluyente como arma de discriminación, la historia inventada como arma de manipulación, el victimismo como arma de intoxicación.
Y todo ello para alimentar un proceso criminal de destrucción de la Nación y del Estado, que ni siquiera puede presentar la disculpa de ser el horizonte utópico de unos soñadores que se sienten diferentes y elegidos por alguna fuerza sobrehumana sino, bien al contrario, que es, lisa y llanamente, el «negoci» de unos logreros –empresarios especuladores y mediocres burócratas– abusando de todas las estructuras e instituciones de la democracia en España. Todo ello para realizar un gigantesco atraco a toda la población española: si se consigue el máximo (la creación de una «República de Cataluña»), expropiar una parte considerable del territorio nacional y montar allí su nueva estructura de privilegios; y si no se consigue ese máximo, seguir obteniendo, bajo amenazas, privilegios del Estado, seguir sometiendo a la población que ellos consideran inferior (los no separatistas, los charnegos y los catalanes que no comulgan con ruedas de molino).
En este mundo de nuestra Europa es casi imposible (casi, porque la combinación de intereses espurios y políticos mediocres acaban a veces en situaciones que parecían imposibles) obtener el objetivo máximo (la independencia, la «república catalana») pero no tan difícil el «mínimo»: de hecho, eso es lo que han conseguido en estas décadas: con la amenaza de la independencia, beneficios de todo tipo para las fuerzas separatistas: el Estado ha hecho la vista gorda para no enfrentarse a todo tipo de abusos y provocaciones (desde una humillante diferencia de salarios en funcionarios y un reparto injusto del Fondo de Liquidación Autonómica a un aún más humillante desprecio de los símbolos nacionales y hasta acoso al Jefe del Estado), para «apaciguar», para ir sorteando de mala manera los problemas; de hecho, el Estado, un Estado desesperantemente desarmado, ha aceptado una bilateralidad de facto entre la Generalidad y el Gobierno, una desigualdad entre españoles, que atenta gravemente a nuestra Constitución y pone en peligro nuestro futuro; de hecho, tanto la derecha como la izquierda, en no pocas ocasiones, prefirieron dejar que los separatistas, favorecidos por una ley electoral injusta, hicieran de árbitro bien pagado de la política española y obtuvieran a cambio nuevos privilegios.
¿Hemos entrado en una nueva etapa? Sin duda la aplicación del artículo 155 de nuestra Constitución, que habilita al Gobierno para tomar todas las medidas necesarias para corregir la política de cualquier comunidad autónoma cuando es claramente contraria a los intereses nacionales, es una formidable herramienta para parar el golpe de Estado y desbaratar los planes separatistas… pero, cuidado, como toda terapia, si no se aplica correctamente, puede ser contraproducente o, al menos, inocua.
En la novela, en uno de sus más dramáticos episodios, el protagonista es picado por una de las víboras que habían anidado en la cama del niño y corre peligro de muerte. Como no puede recibir ayuda, se ve obligado a hacer una profunda incisión en el miembro mordido para expulsar lo mejor posible el veneno pero, a pesar de ello, entra en coma… Esperemos que no pase lo mismo con la sociedad española, con España, porque nuestra situación no es tan desesperada como la del personaje de Llamazares. Pero no nos confiemos: si no somos capaces de limpiar bien el veneno que nos han inoculado, si no acabamos con ese nido de víboras que vive en el regazo de nuestros niños, en cualquier momento podemos ser víctimas de la terrible mordedura del odio transmitido.

 

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2 respuestas a El odio transmitido

  1. Ana Rodriguez dijo:

    Tremendo escrito, José María. Son días muy duros para todos y tan solo puedo felicitarte
    por tu destreza en la escritura. Mi cabeza no da para mas, veo corrupción por doquier, gente que piensa distinto…y dime, quien esté libre de culpa, tire la primera piedra !

    Habrá que aprender todos de esto. Un abrazo

    • librosyabrazos dijo:

      Cierto, Ana… pero tenemos que sobreponernos al desaliento y seguir luchando por una sociedad de ciudadanos libres e iguales… sin odios.

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