¡Un gran abrazo, hermosa Lorelai! Me sumo a la admiración y el entusiasmo que has despertado en cuantos han visto tu proeza artística y, sobre todo, humana. Un gran abrazo con todas mis fuerzas, con todo mi corazón… pero pequeño, ínfimo, en comparación al que recibo de ti en la distancia. Tu abrazo inmenso, el que tú, sin brazos, eres capaz de dar a la humanidad entera, con tu potente y bella voz, tus pies acariciando el teclado del piano, tu cuerpo pequeño pero grandioso después de haber vencido terribles circunstancias y gravísimas amenazas, tu canto animándonos a que veamos la grandeza de las estrellas…
Sí, hermosa Lorelai, todos los sueños fueron hechos para ti, porque tú sabes (y tu querida mama Vio, que te recogió cuando fuiste abandonada al nacer) que eres luz. Una luz de voluntad y esperanza, de resistencia y superación… Una luz tan necesaria en un mundo lleno de sombras aunque, a pesar de ello, abierto a todos los horizontes.