Ursula Ojanen, cuando era agregada cultural de la Embajada de Finlandia y miembro del consejo editorial de nuestra Biblioteca Nórdica (que consiguió excelentes ediciones), me contó que había en su país un dicho muy popular para reflejar el miedo a lo desconocido, a lo ajeno: «Vi de lejos a alguien que venía hacia mí y pensé que era un monstruo; cuando estaba más cerca, pensé que era un enemigo; cuando llegó a mi lado, comprobé que era mi hermano.»
¡El miedo, que nos altera los sentidos! Como le dice Don Quijote a Sancho (parte 1.ª, cap. XVIII), «uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son.» Así reaccionan (casi) siempre los débiles y los inmaduros: así ha reaccionado Trufo ante la llegada de Yema, una perrita bebé de su misma raza y color… pero de solo mes y medio, juguetona y atrevida. Tres días sin comer casi nada, angustiado, huyendo de cualquier contacto con ella… como un primogénito mimado e inseguro que ve llegar al hermano pequeño que, parece, lo destronará (magistral, por ejemplo, la obra maestra de José Luis Cuerda: Así en el cielo como en la tierra, sobre este problema). Así reaccionan muchas personas ante lo nuevo, lo diferente, los otros. Así ha reaccionado Trufo. Así educa mucha gente a sus hijos.
Perdí uno de mis escritos de hace años que se llamaba «Los seis miedos» (miedo al otro, miedo a la carne, miedo a la verdad, miedo al dolor, miedo al mestizaje…) y donde intentaba explicar que no debemos extremar las necesarias precauciones, que el otro casi siempre es un hermano; que la carne, propia o ajena, casi nunca es morbosa o pecaminosa; que la verdad es imprescindible para comprender y comunicarnos; que el dolor nos fortalece; que el mestizaje, la mezcla con los diferentes, nos hace más humanos… Y como conclusión de estos cinco miedos, que el miedo al Poder es el más perjudicial, el que propicia (mediante la educación represiva, la propaganda demagógica y el método del palo y la zanahoria) y resume los cinco anteriores. Me estoy refiriendo, claro, al poder basado en la fuerza y no en la autoridad, al poder espurio, que soportamos en tantas ocasiones… Poder que conviene conocer a fondo para mejor combatirlo… pero esto lo dejo para una segunda parte.
Mi querido amigo..hermano..
Cuando te expresas por escrito, abres una ventana de tu interior que de otra manera es difícil, muy difícil de ver a través de ella…..
Si unificaras un poco sólo, tu manera de comunicarte con el mundo (escribiendo y expresión verbal) seguramente vivirías mucho mejor, mas comprendido por tus semejantes sin tener que bucear en las aguas de un Piscis tan profundo e inaccesible…
No escondas tu interior, es bello.
Me ha gustado tu escrito como todo lo que sale de tu pluma, no eches mil telones después.
Un abrazo
¡Gracias, Ana! Me gusta verte por aquí, siempre tan solícita y afectuosa… aunque no siga siempre tus cariñosos consejos. A ver si encuentro mi poema del agua… que creo que no conoces y que te gustará mucho. Un gran abrazo.
¡Qué a propósito viene tu texto en estos días!
¡Cómo aprovechan los miserables y los ignorantes para desencadenar el odio hacia aquellos que han venido hasta nuestro país, hasta nuestro continente, solo atraídos por un puesto de trabajo y por una vida digna, solo huyendo de la miseria o de la guerra!
Gracias, como siempre por tus hermosas y sabias palabras.
Cierto, amigo. Pero cierto también que algunos aprovechan eso para esconderse entre esos trabajadores honrados para desarrollar su criminal “guerra santa”. Distinguir entre unos y otros es tarea urgente de los poderes públicos… y de toda la sociedad.