Tras el bullicio, el silencio; tras la presencia entrañable de los niños, la soledad… Hoy, Día del Carmen (Día de la Caudilla, como se dice en el argot carcelario), es uno de los dos días (el otro es el 24 de septiembre, Día de la Merced), en que los niños de los reclusos (hijos, sobrinos, nietos…) pueden entrar unas horas en la prisión y compartir con nosotros juegos y viandas… Se forma así una familia especial: decenas de reclusos conviven durante unas horas, entre llantos y risas, entre recuerdos y proyectos, con decenas de niños, todos amigos y todos especialmente amables… Algunas escenas pasan de año en año por transmisión oral, como la que protagonizó hace pocos años la hija de Lara (un militante típico del PC) de la que se cuenta que la primera vez que entró en la cárcel fue gritando por toda la galería: «Asesinos, asesinos, tenéis a mi padre preso sin ningún motivo.» Yo recuerdo a Violeta y Helios, los hijos de Luis Andrés Edo (educados en Francia por la madre): la niña jugaba conmigo, llamándome «clochard» (vagabundo) por mi barba y mi indumentaria machadiana… Este año han pasado mis cuatro sobrinos: José Manuel, Mariasun, Ana y Pedro Pablo. ¡Qué alegría, que inmensa alegría, qué gratitud hacia mi hermano y mi cuñada, que me los han traído! ¡Qué hermosa fiesta, con preguntas sencillas o complicadas de los pequeños, con alguna lágrima pero muchas risas! Pero ahora la cárcel se ha quedado terriblemente fría y silenciosa, plomiza y triste…
Voy a escribir una carta a mi hermano, contándole la jornada y diciéndole que estoy muy feliz (aunque en estos momentos me cuesta mucho contener las lágrimas). Una carta en la que le diré que espero que si algún día tengo hijos no tengan que entrar en la cárcel a ver a los presos políticos… (Aunque, seguramente, siempre habrá presos y siempre habrá necesidad de atenderlos; como diría Concepción Arenal, la sociedad seguirá necesitando odiar el delito pero compadecer al delincuente… pero ojalá que entonces ya no haya delitos de opinión, delitos políticos; ojalá que haya unas libertades en nuestro país capaces de canalizar todas las opiniones sin necesidad de Tribunales de Orden Público.) Y espero, dentro de unos años, poder comentar con mis sobrinos esta jornada de hoy y recordar con ellos lo feliz que me han hecho.
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Muy emotivo homenaje a todas las personas, ciudadanas y ciudadanos, que lucharon por conseguir la libertad en nuestro país. Gracias, José María, por tirar de archivo personal y hacernos ver lo que fue ese tiempo de plomo. Sin duda las generaciones posteriores nos beneficiamos de vuestra implicación y compromiso y sólo pudimos “gozar ” de algunas carreras delante de los grises en los estertores finales de la dictadura y el comienzo de la transición.
50 años después seguimos necesitando reforzar una democracia que no consigue acabar con múltiples injusticias y que necesita permanentemente rememorar las causas justas por las que sigue mereciendo la pena construir democracia. Un fuerte abrazo.
Tienes toda la razón, querido Agustín, en la necesidad de, ahora y siempre, «construir democracia» para combatir «múltiples injusticias»… Pero no debemos olvidar nuestra obligación de ser muy autocríticos, y no seguir a cualquier bandera. Hoy que estamos más instruidos y que es más cómodo documentarse y reflexionar, tenemos que evitar repetir los errores del pasado para que no tengamos que repetir dolorosas experiencias…
Un fuerte abrazo.