¿Podemos criticar el comportamiento de los cuatro primeros políticos españoles que tienen la responsabilidad (como líderes de sus respectivos partidos) del estancamiento que se ha producido en la política de nuestro país desde el 20 de diciembre de 2015, comparándolos con los personajes de tres excelentes películas de los tres primeros grandes directores que cito en el título de mi artículo? Creo que podemos, siempre que tengamos en cuenta que, como en tantas ocasiones, la tragedia se convierte en (o se representa en forma de) farsa o esperpento.
Las películas que me parece vienen al caso son las siguientes: Mach Point (Woody Allen, Reino Unido, 2005 – Guion de Woody Allen – Jonathan Rhys Meyers en Chris Wilton), Dr. Jekyll and Mr. Hyde (Jonh S. Robertson, EE.UU, 1920 – Guion de Tomás Russel Sullivan y Clara Beranger basado en la novela de Robert L. Stevenson – John Barrymore en Jekyll/Hyde) y Poder absoluto (Clint Easwood, EE.UU, 1996 – Guion de William Goldman a partir de una novela de David Baldacci – Gene Hackman en Presidente USA).
El parecido de Chris Wilton (el personaje de Allen comete, por ambición mezquina, un crimen y sabe que si no es descubierto –o sea, si la pelota cae del lado correcto– habrá ganado el partido) con Sánchez e Iglesias es evidente (en el bien entendido de la dualidad tragedia/farsa). Se trata de seres muy mediocres pero muy ambiciosos (o viceversa) que saben que su éxito depende de poner su ambición por delante de cualquier principio ético y confiar en la suerte de que la pelota caiga en el lado adecuado de la red. Por eso han mantenido posiciones arrogantes a pesar de su escasa fuerza y echado un órdago… por si salía. En ese sentido serían, nuestros dos políticos, un claro ejemplo de los aspectos más miserables de la política y prueba de cómo puede degradarse un partido (PSOE) o un movimiento sociopolítico (Podemos) hasta límites insospechados.
En el caso de Jekyll/Hyde con Rivera, la comparación tiene que ser más abstracta o simbólica. En el personaje de Stevenson se nos enseña la terrible dualidad del ser humano, capaz de desarrollar las mejores y las peores acciones según nos rijamos por valores o por instintos ancestrales. Lo que nos interesa destacar para el caso de Rivera («en el bien entendido…») es que puede aparecer un día con posiciones radicales en una dirección y con el juramento de que no cambiará de criterio pase lo que pase y decir al día siguiente justamente todo lo contrario… de forma que el espectador (el ciudadano), no sabe cuál de los dos personajes actuará en la siguiente ocasión. Se me podrá decir que esto es característica de todos los políticos: mentir y desdecirse sin perder el gesto… pero creo que en esta crisis política el que más lo ha hecho ha sido el presidente de Ciudadanos, que ha mantenido una cosa y la contraria en muchas ocasiones, con nula o falsa autocrítica. Y este recelo me parece muy legítimo aunque deba reconocer que, en esta última fase de la crisis, Rivera parece mucho más un inteligente y altruista Dr. Jekyll que un brutal Mr. Hyde.
El caso de Rajoy me parece el más grave para la cuestión que estoy tratando en este escrito. En la película de Eastwood el Presidente es el responsable de un terrible crimen que se hace público y en vez de reconocerlo, pedir perdón sinceramente y renunciar a su cargo, recurre a todos los medios que tiene el Estado (hasta los más obscenos) para tapar el asunto y salvarse él personalmente (y salvar a su equipo complice). Recordemos que la crítica que hago a Rajoy es «en el bien entendido…». Pero lo cierto es que nuestro Presidente se vio descubierto en un grave caso de corrupción y no lo reconoció, no pidió perdón sinceramente y no renunció a su cargo… bien al contrario, utilizó todos los recursos del Estado a su alcance para taparlo. Hay una escena terrible en Poder absoluto, cuando Hackman decide ocultar el primer crimen con otro crimen y les dice a sus sumisos colaboradores algo así como «Adelante, muchachos; demostrad que amáis a vuestro país»… Aquí no estamos hablando de tragedia sino de esperpento (de la tan española picaresca, que llegó hasta las más altas instituciones del Estado) pero hay que denunciar que ningún país, ninguna patria, merece que en su nombre (y por un sedicente amor altruista que es, en realidad, pura mezquindad egoísta) se cometa ningún delito, sea crimen o robo o, quizá el más pernicioso de todos, la mentira. También en este caso, se podría argüir que el Rajoy de ahora no es el de los SMS a Bárcenas y el de las cínicas mentiras ante hechos evidentes; se podría decir, en su favor, que desde las fallidas elecciones del año pasado mantuvo una posición razonable y abierta… Pero, a pesar de ello, creo que la denuncia y el recelo están más que justificados… independientemente de que se coincida con él, como es mi caso, en la salida a corto plazo que propone a la crisis.
Y llegados a este punto, quizá sea conveniente para relajar la tensión a la que nos han sometido Wody Allen, John S. Robertson y Clint Easwood, recurrir a otro gran maestro del cine, mi adorado Billy Wilder que, con la suprema arma de la comedia, del humor inteligente, nos da herramientas para salir airosos y relativamente felices de las cuestiones más graves que nos presenta la vida. Veamos, por ejemplo, su obra maestra (Wilder siempre aborda los grandes temas que toca con obras maestras) Un, dos, tres (EE.UU, 1961). En esta ocasión, el maestro presenta las «grandes tragedias» que generan la guerra fría, las burocracias incompetentes, la juventud dogmática o alocada, bajo el prisma del humor y consigue resolver el conflicto que amenazaba con poner todo «patas arriba» a satisfacción del respetable… A ver, por tanto, si nuestros políticos se impregnan un poco del espíritu vitalista que derrocha Wilder y todo acaba «a satisfacción del respetable», de la ciudadanía, tan maltratada por los políticos en esta crisis.
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¡Ingenioso y acertado juego de analogías!…ojalá tu empeño mueva conciencias. E.S.
¡Gracias, Elisa! En ese empeño (tan necesario) estamos y debemos estar cuantos sentimos honrada preocupación por la situación política y social de nuestro país.