Tom, el magnífico personaje de la obra de Tennessee Williams #ElZooDeCristal, concluye su reflexión sobre la situación del momento que refleja la obra (el crack de 1929 y sus consecuencias) afirmando que «el tiempo es la distancia más larga entre dos lugares». Alguien por error podría cambiar el adjetivo afirmando que es la distancia más corta; no es así: después de su deambular, no tanto por el espacio, por las ciudades por las que le ha llevado su vida errante, cuanto por el tiempo, los meses o años que han transcurrido, Tom sabe que no puede volver a la vida que llevaba con su madre y con su hermana. Y todos deberíamos saber, como ya nos dijo el sabio Heráclito, que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, que la vida no se para, y que incluso en las personas que intentan anclarse en un determinado momento de su biografía, la vida avanza inevitablemente. No podemos volver a aquel abrazo que nos regalaban nuestros padres cuando éramos pequeños, no podemos repetir el primer beso erótico/asustado de la adolescencia… ¡no podemos retener el «momento», por muy enamorados fáusticamente que estemos! No podemos volver al pasado, no podemos retener a la persona a la que abandonamos (o que nos abandonó); no somos el héroe Odiseo que, después de buscar aventuras por el mundo retorna a Ítaca para encontrar una Penélope sumisa (entretenida durante veinte años en tejer y destejer) ni el aldeano Peer Gint, que encuentra al final el abrazo y la canción amorosos de Solveig… Estamos en el mundo real, en el río de Heráclito, y cuando volvemos a nuestro lugar de salida, el tiempo ha establecido una distancia implacable y no encontramos a las mismas personas, las mismas situaciones, los mismos privilegios, las mismas condiciones. Solo el tiempo compartido, solo si hubiéramos pasado de la alocada juventud a la sosegada e inteligente madurez al lado de nuestra Penélope o nuestra Solveig, al lado de esos dos seres entrañables de la familia de Tom (Laura y Amanda), solo así podríamos pretender que nos recibieran con los brazos abiertos, entregadas y amorosas. Solo el tiempo compartido nos mantiene unidos, solo en él el abrazo es mutuo y no violento, solo así no hay posesión sino amor. Y si no respetamos esta ley del tiempo, tampoco estaremos en condiciones de respetar a esas personas, de reconocer que el tiempo transcurrido de forma diferente para dos seres (por mucho que en su momento hubieran unido sus pulsos y sus sueños), los ha separado inexorablemente.
-
Entradas recientes
Comentarios recientes
- librosyabrazos en «Los puentes de Madison» – Una reflexión sobre la libertad y la belleza
- Jimmy B en «Los puentes de Madison» – Una reflexión sobre la libertad y la belleza
- Fernando Carratalá Teruel en 403. Noviembre de 2023
- librosyabrazos en 401. Septiembre de 2023
- Fernando Carratalá en 401. Septiembre de 2023
Archivos
Categorías
Enlaces amigos
- Número de visitas:
28490 Meta