Sábado, 11 de octubre de 2014, Auditorio Nacional. Interminables discusiones se producen sobre quien sería el músico más representativo de todos los tiempos: para los profundos beethovenianos, claro, Beethoven; los alegres mozartianos, ¡por supuesto!, Mozart; los grandiosos románticos, sin discusión, Wagner; los vitalistas, ¡Vivaldi!… Pero, como dicen los muy entendidos, Bach, el genial Johann Sebastian Bach, estaría por encima de todos ellos, porque Bach sería la Música, la música de todos los tiempos y de todos los registros: por consiguiente, también la música de jazz, nuestra música clásica del siglo XX. Por ello hay que felicitar al Centro Nacional de Difusión Musical y al Auditorio Nacional de Música que para conmemorar, con buena anticipación, el 25 aniversario de la instalación (en 1991) del impresionante órgano de la Sala Sinfónica, ha organizado un ciclo de 10 conciertos con la integral de la obra de Bach para este instrumento, con actuaciones de Michel Bouvard, Juan de la Rubia y otros grandes intérpretes… pero en un formato audaz que incluye la actuación de músicos y géneros de hoy. De ahí el nombre de Bach Vermut, porque, en esos sábados donde se desarrolla el ciclo (con precios más que reducidos), los asistentes al auditorio pueden tomar el generoso y estimulante aperitivo (costumbre que no sé si se daba en los tiempos del gigante de Eisenach pero que en el Madrid de ahora sigue teniendo plena vigencia) ofrecido en el hall, mientras el magnífico cuarteto formado por Pablo Gutiérrez (teclado), Toño de Miguel (contrabajo), Norman Hogue (trombón), y Daniel García (batería) nos presentan selectos fragmentos de la inmensa obra bachiana en versión de jazz y así podemos comprobar la riqueza y la modernidad que contienen las tocatas, los conciertos, toda la música del autor de La pasión según san Mateo y de otras más de mil obras de excepcional calidad. Excelente ciclo, excelente espectáculo, excelente «vino hipocrático»… excelente público, entusiasmado con la música y la fiesta, como prueba de que la música clásica y todas las músicas pueden, deben, constituir un lenguaje universal en el que nos comuniquemos todos los humanos.
Querido José María, el escritor norteamericano Saul Bellow tiene en su libro “Todo Cuenta” unas líneas que a mí personalmente me parecieron luminosas sobre la música, y que paso a reproducirte. Dejo a tu consideración si encaja o no con lo que tú opinas sobre tan misterioso arte.
“Es la música misma lo que los desvía de la respetabilidad intelectual. Y así debemos preguntarnos por qué la música es tan perpetuamente fértil, nueva, ingeniosa, inagotable, por qué es capaz de decirnos muchas cosas más que los otros lenguajes y por qué se nos da con esa facilidad, con tanta soltura, tan gratuitamente. Porque no es fruto del esfuerzo. Nos hace ver que hay cosas que deben hacerse sin dificultad. Fácilmente o nada: ésa es la verdad el arte.”
Como siempre, un abrazo.
Enrique
Me parecen muy interesantes las palabras de Bellow (con el que tengo, como con tantos otros grandes escritores, una «deuda de lectura»)… pero creo que serían aplicables, relativamente, a casos como el de Mozart o Vivaldi pero no al de Beethoven o Bruckner. Y en cuanto a la minúscula porción de arte que pueda haber en mi escritura, te aseguro que me cuesta horrores decir algo interesante: si la alternativa es «Fácilmente o nada» está claro que me quedo en la más absoluta nulidad.
Un fuerte abrazo y muchas gracias por leerme y participar.
José María
Repara, José María, en que dice “hay cosas”. Es decir, “algunas”, naturalmente no todas, y esas son probablemente las que más no asombran.