Puñetera especie la humana: capaz de elevarse a los cielos venciendo todas las leyes, incluida la de la gravedad y, al tiempo, capaz de hundirse en los más terribles infiernos. Individuos capaces de sobrevivir sin explotar a sus semejantes ni destruir la tierra al lado de individuos capaces de las mayores matanzas y destrucciones; genios creadores de obras sublimes, al lado de monstruos sin alma; masas capaces de autoorganizarse para enfrentarse a todas las tormentas y conseguir transformar la tierra al lado de masas manipuladas siguiendo a líderes o figuras damagogos y crueles…. Puñetera Europa: capaz de superar guerras y oscurantismos, de comprender al hombre y buscar sociedades justas, capaz de difundir su hermosa cultura por todo el mundo, pero también capaz de producir clases políticas mediocres y enfangarse en todas las crisis posibles… Sin embargo, después de que nuestro tatarabuelo homínido consiguiera dar un portentoso salto en la evolución y crear la cuna de la humanidad en África, y poner los cimientos de todas las civilizaciones en Asia, es en Europa donde, superado el siglo de las grandes guerras, se mantiene la esperanza y se puede pensar que la libertad, aunque imperfecta, no es imposible y que la «Oda a la Alegría» de Schiller puede ser cantada, con orgullo, siguiendo las notas gloriosas de Beethoven: «Elevaos, elevaos; podéis abrazar a las estrellas».
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