Si yo fuera monárquico, Señora
con cuanto honor, con cuanta gallardía,
con permiso del Rey, os llamaría
la de altos hombros, cimbreada aurora.
(Del soneto publicado por Rafael Alberti
en el diario El País, el 2 de julio de 1989.)
1. Patio de la Universidad de Alcalá de Henares, después de la entrega del Cervantes, en los primeros años de la Transición. Don Juan Carlos rodeado de jóvenes muchachas, haciendo gala de su ya famosa campechanía; doña Sofía en un corrillo más serio, y yo en otro corrillo cercano. El Rey se dirige a la Reina en voz alta y le dice algo así como: «Sofíííaaaa, voy a por ti, voy a rescatarte»; la Reina, «altos hombros, cimbreada aurora», sonríe y mantiene toda su (también famosa) compostura mientras él, con su gran estatura, hace gestos como de ir a saltar por encima de las muchachas, que lo contemplan arrobadas. Escolio: Esta reina, quizá frágil y tierna por dentro, mantiene la actitud adecuada y ejerce cabalmente su profesión.
2. Feria del Libro de Madrid, a finales del siglo pasado. Doña Sofía se acerca a la caseta de Ediciones de la Torre y pregunta por libros de Filosofía. Le hablo del programa de Matthew Lipman, Filosofía para Niños, y adquiere, pagándolos, las principales obras del gran pedagogo. Escolio: ¡Buena lectora y amable cliente!
3. Premio Iberoamericano de Poesía que preside Su Majestad la Reina doña Sofía. En el «besamanos», mientras espero, me pongo a pensar en algo ajeno al acto y, totalmente distraído cuando llego ante ella, saludo con un inadecuado (poco «honor» y poca «gallardía») «¡Hola!»; ella sonríe y con el mismo tono pero sin perder su prestancia responde, amablemente, en el mismo tono: «¿Qué tal?», resolviendo de la mejor manera posible la situación. Naturalmente, sigo andando pero pensando en cómo disculparme por mi metedura de pata. (Nota: A mi madre le habría hecho gracia la anécdota y quizá hubiera presumido de que su hijo «republicano», igual que saludó una vez al Rey muy erguido, hubiera saludado con una familiaridad descarada a la Reina.) Mejor el silencio, mejor esperar una ocasión en que, en otro saludo similar, pueda demostrar que un «republicano» puede ser respetuoso con las instituciones democráticas. Habrá que esperar a enero de 2008, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que, como presidente del jurado del Premio Antonio de Sancha, cuya entrega van a presidir los Príncipes de Asturias, tengo que recibir y saludar a ambos, cumpliendo, correctamente, el protocolo. Comedido con el Príncipe pero especialmente cálido y respetuoso, reverencia incluida, con la Princesa. (Nota: A Doña Sofía, seguro, le habría gustado ver ese gesto.)
4. Proclamación de Felipe VI como nuevo Rey de España, después de la abdicación de su padre. Esperanzador discurso, con especial inteligencia en el elogio a su madre. Ella, en su papel como siempre, recibe los aplausos con expresión de gratitud pero sin perder su real compostura… sin embargo, en un determinado momento, se lleva los dedos a la boca y envía a su hijo un beso.
Interpretación personal de ese gesto: Como hija de rey, esposa de rey, hermana de rey (destronado) y madre de rey, sé que tengo una profesión complicada; por supuesto, profesión que me gusta y asumo con todas las consecuencias, y que me proporciona no pocos disgustos pero también muchas alegrías y beneficios: no puedo explicar mis aciertos o mis errores y, sobre todo, no puedo perder la compostura ni cuando tengo que cumplir un papel meramente accesorio con el Rey, ni cuando tengo que soportar las consecuencias de su testosterona borbónica. Pero como Madre de Rey, sé que he procurado una educación para mi hijo que tiene que ayudarlo a ejercer con eficiencia su profesión: ese es mi premio, ese es mi éxito: mi hijo tendrá más capacidad que mi padre, más suerte que mi hermano, más inteligencia que mi esposo.
5. A pesar de que la ceremonia de la proclamación ha sido deliberadamente sobria, algunos miles de personas se concentran en la Plaza de Oriente para recibir el saludo de la Familia Real, reducida (parece que por expreso deseo del nuevo rey) a sus padres y las hijas de Don Felipe y Doña Leticia: seis personas, de tres generaciones, en el balcón saludando alegremente (quizá pensando en los problemas que los esperan). Don Juan Carlos, que ha salido después de los nuevos reyes y sus hijas y que se retirará antes, aparece cansado, quizá abrumado. Entonces se produce el segundo gesto, suave y delicado pero cargado de significado, de doña Sofía: se desplaza de un extremo a otro del balcón y besa cariñosamente a su marido.
Interpretación personal de ese gesto: Se acabaron las jefaturas y las aventuras (cinéticas o eróticas) que las acompañaron: somos dos ancianos que hemos cumplido, con mayor o menor éxito, nuestro cometido; por mi parte no hay rencor, solo ternura; una ternura que quizá yo no supe expresar a tu gusto o quizá tú no has sabido valorar suficientemente pero que, como has tenido que reconocer, te ha servido mucho para desempeñar con éxito tu papel… y así seguiremos por mi parte hasta que, como juramos, la muerte nos separe.
Bonitos momentos y recuerdos como homenaje a Dª Sofía, que siempre fue coherente y elegante en su saber estar y saber hacer, y siempre estuvo vinculada a la cultura. ¡Besos, José María!
José Mª, me ha encantado la entrada, tan bien planteada, escrita, con esas anécdotas que solo tu sabes y esas connotaciones que das a algunos gestos. !Un gran abrazo !
Cálidas y encantadoras interpretaciones personales. Siempre con sensibilidad e inteligencia. Un abrazo.
Yo valoro siempre la objetividad elegante, y cómo no el respeto a cualquier persona, sea o no rey, y sea o no uno monárquico o republicano. También capto el estilo cuasi documental que aquí empleas, la verdad del dato y la percepción personal, subjetiva. En cierto modo me recuerdas al Manuel Azaña memorialista de sus diarios, fabulosos, la conjunción de las cosas vistas desde fuera y desde dentro. Algo nada facil.
Un saludo.
Gracias, Susana. Veo que has entendido bien el sentido de mi «homenaje». Besitos. JM
Gracias María José. Me encanta tu visita a mi blog. Trato de decir cosas interesantes y me estimulan mucho las lecturas amistosas… Un abrazo muy afectuoso, José María.
Gracias, Antonio. Veo que sigues de cerca nuestra actividad… Este año no te vi por la Fería, te echamos de menos. Un abrazote (y besos para tus chicas). JM
Muchas gracias por tus elogios, Rafael. ¡Ya me gustaría a mí conseguir la magnífica escritura de Azaña (y tantos otros grandes escritores que ha dado nuestra sociedad)!, pero me esfuerzo por aproximarme. Tengo como un tesoro los cuatro tomos de las Memorias de Azaña que publicó Giner Tebas el siglo pasado. Saludos cordiales, José María