Un polígono industrial en el sur de Madrid. Naves viejas y descuidadas, escasez de vehículos y transeúntes, chimeneas apagadas, poca o nula actividad; en una de las paredes, casi borrados por el tiempo y la intemperie, eslóganes anarco-estalinistas con llamadas a la huelga general: un paisaje taciturno… Pero, de pronto, una hilera de almendros, en una de las aceras, combate con sus luminosos blancos y rosas, el sombrío gris circundante: los árboles han resistido el acoso industrial y desarrollan alegremente su ciclo vital, sus flores abiertas evocan las cosechas de antaño y las que pueden venir… Sobre las paredes sucias, sobre los edificios tristes, sobre las miserias de la economía de los hombres… ¡la Primavera!
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Un realismo envuelto de fuerza, alegria y poesia….la primavera lo puede todo !!
Me enamora todo lo que escribes,
Un abrazo.
Ana
Yo últimamente tengo la misma impresión, cuando voy a dar clase a los edificios de cristal de oficinas de las afueras. Los almendros son lo único bello que nos conecta con la tierra (y con nosotros mismos) en esas zonas tan desoladoras…
¡Viva la primavera!
Gracias, Ana. La verdad es que eres muy generosa cuando me lees. Besos. JM
Gracias, Vanesa. Me encanta coincidir con tu poética mirada… Besos. JM