Bienvenido trovador. Gracias por tu canción. Tu voz, que en tantas ocasiones me deleitó pero en tantas otras mortificó mis oídos, viene hoy con un canto alegre e inteligente, me levanta el ánimo y me hace recuperar la esperanza que tenía en ti. Tu voz me trae los ecos de las canciones antiguas pero también actuales porque han sido tamizadas y reafirmadas por el devenir de los tiempos. Tu voz repite las bellas palabras nacidas de nuestra lengua y que a su vez la hicieron crecer y brillar en este babel que es la humanidad.
Tu voz, que en otras ocasiones fue vacilante o confusa, se suma hoy, con coraje, a otras muchas voces que te precedieron en la hermosa tarea de animar a las gentes al trabajo honrado y la fiesta noble, a la unión y la concordia. Tu voz, que convoca a «ciudadanos, ni héroes ni villanos», «tan fieramente humanos»; tu voz, que invoca «pan amasado con fe y dignidad», que pone en lo más alto del ideario «la libertad»…
Tu voz, en otros momentos estridente, recupera así lo mejor de tus melodías, y tu actitud, en otras ocasiones servil ante el poderoso, exhibe hoy el gesto altivo de los mejores trovadores, aquellos que cantaron al pueblo y para el pueblo sin someterse a censuras ni subvenciones.
Gracias, trovador. Quiero unir mi débil voz a la tuya, tan poderosa, e invitar a mis amigos a que se sumen a tu canto y ayuden a formar un coro que se oiga en todos los rincones de nuestro continente.