Indigentes

Anteayer, paseando a los Trufos, a primera hora de la mañana, por la calle Ponzano (reciente y brillantemente remodelada para promocionar el ocio nocturno) me encontré con la estampa que refleja la fotografía: un hombre que sin duda ha dormido en el banco, con un letrero bien escrito en una caja donde se puede leer: «Duermo en la calle – busco trabajo – ¿me puede ayudar? – Acepto alimentos – bizum 647…»
Desde que tuve uso de razón recuerdo a gente (indigentes, mendigos…) viviendo en la calle y aunque, desde aquellos tiempos, los servicios sociales han aumentado sus presupuestos y sus capacidades cientos de veces, se sigue viendo ese espectáculo, aquí y ahora, en no pocas ocasiones.
Hace 40 años, enfrente de mi casa, en la misma calle de Ponzano, un hombre durmió durante años en un banco; nunca pidió limosna y era respetable y respetado; se aseaba por las mañanas y tomaba café en el mismo bar que lo había hecho, hacia 30 años, mi madre algunas mañanas.
Este hombre no mendigaba; parece ser que había tenido un problema familiar y, por dignidad o por necesidad, se había ido a vivir a aquel lugar; algunos vecinos habían hablado con él pero yo nunca me atreví a hacerlo.
Por aquella época, también, unos amigos que vivían en la calle Caracas, esquina a Fernández de la Hoz, creo, me contaron que un indigente joven se había «aposentado» en el chaflán (protegido de la lluvia por los balcones que había encima), al parecer enfermo, y los vecinos se habían reunido para ver de resolver la situación… pero que el indigente solo pidió que lo dejaran estar allí en paz.
También recuerdo el pasadizo subterráneo que había en el estación de Recoletos (creo que ahora cerrado) donde, cuando caía la noche, nadie se atrevía a entrar, pues había colchones con gente durmiendo. Algo parecido sucedía en el cruce de Velázquez con López de Hoyos hasta que las obras de remodelación de hace pocos años expulsaron de allí a los indigentes.
También di cuenta en este blog de un paseo que había realizado por Azca, hace un mar de meses, donde había visto situaciones similares.
Parece, pues, que la indigencia, los indigentes, los sin-techo, los miserables, vienen de lejos y permanecen en nuestras sociedades acomodadas, en el Estado de bienestar. Con escudilla o con móvil y cuenta en el banco para el bizum.

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