382. URSS

El 30 de agosto pasado murió Mijaíl Gorbachov. Había nacido el 2 de marzo de 1931, 18 días antes que mi hermano. Personaje histórico muy controvertido y representativo del siglo XX. En su país es recordado con cariño por muchos y con desprecio por otros tantos.
Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional (1989, compartido con Jacques Delors) y Premio Nobel de la Paz (1991); después de la demolición de la Unión Soviética, conferenciante de gran prestigio y alta cotización en muchos países. Putin, actual presidente de Rusia, ha pasado por su capilla ardiente pero no asistirá al funeral, que tampoco será de Estado. En cambio, en «Occidente» todos los líderes han pugnado por manifestar los mayores elogios.
Realmente, presidir un Estado como la URSS y no saber evitar su abrupta disolución (a finales de 1991) merece el calificativo de, independientemente de cuáles fueran sus deseos, gran fracaso. Aunque debemos preguntarnos si la política de Gorbachov: perestroika (reconstrucción) y glásnost (transparencia), como antes la de Jruschov, denunciando los espantosos crímenes de Stalin, hubieran podido triunfar en otro contexto.
En cualquier caso, la cuestión es, más que los líderes por muy importante que haya sido su papel, la URSS. En mi modesta opinión, la Unión Soviética es uno de los grandes (si no el mayor) acontecimiento del siglo XX en el planeta. La revolución marxista-leninista que la propicia, su expansión a China y otros muchos países (donde se mezclan elementos de colonización y barbarie con otros civilizatorios) y, especialmente, la adhesión de grandes artistas y brillantes intelectuales a la causa del Comunismo en todo el mundo, no pueden ser despachadas por el procedimiento del maniqueo (aunque la política leninista y, especialmente, la de Stalin sean responsables de millones de muertes injustas y de represión salvaje) sino mediante profundos y contrastados estudios históricos.