52. Los Goya, una noche de intenciones.

¿Qué intención tenía Eva Hache cuando empezó la presentación de la 27 edición de la «Gala de los Goya» diciendo que pasábamos de Juan Carlos I a Príncipe don Felipe? Naturalmente, se refería a los edificios que albergaban la gala en los últimos años y en el presente pero la gente (casi toda importante) que llenaba el estupendo auditorio rió de buena gana la gracia y se dispuso a escuchar otras muchas alusiones, cómicas e inteligentes la mayoría, burdas y retrógradas algunas. La noche, la larga noche, prometía ser rica en gracias e intenciones tanto o más que en sonrisas estereotipadas, vestidos rimbombantes, tacones desmesurados, saludos cálidos entre gentes conocidas o desconocidas, etc. Alegrémonos de ser un pueblo que airea muchas de sus miserias, que fustiga a sus estafadores sin perder, salvo excepciones, su capacidad para la risa.

Intenciones de reivindicar la necesidad de un IVA más bajo para la cultura, y también denunciar algunas de las corrupciones que salen a la luz en estos días pero aprovechando para desgastar al ministro Wert, que aguantaba con sonrisa forzada las tarascadas, incluyendo veladas defensas del catalanismo soberanista y herido, víctima de la opresión española (por ejemplo, Candela Peña de forma emotiva pero confusa y José Corbacho de forma grosera). Intenciones de González Macho, presidente de la Academia, en su medido discurso para, sin dejar de reivindicar las mejores condiciones para la industria cinematográfica y en especial para la cultura, recordar que la cultura no puede ser patrimonio de la ceja, ni del bigote ni de la barba.

Intenciones de dos veteranos premiados: Concha Velasco y José Sacristán, reivindicando una profesión, la de los cómicos y, en general, la de cualquiera que se dedica a llevar arte y cultura a la gente, que exige una vocación a prueba de sacrificios a cambio del privilegio de sentir la admiración de los vecinos y familiares, de los compatriotas y hasta del mundo entero y el no menor privilegio de permanecer presente más allá de la muerte (muy emotivo la galería de los artistas que fallecieron en 2012). Sin olvidar el homenaje que José Sacristán dedicó al primer empresario que le dio la oportunidad de iniciar su carrera (Pedro Masó).

Intención del eufórico equipo creador de la gran triunfadora de la noche, Blancanieves (blanco y negro, mudo y con rótulos y música, como empezó el cine), quizá para recordarnos que las raíces de todas las artes no deben cortarse por mucho que los árboles que nacieron de ellas hayan desarrollado hermosas ramas. Lo mismo que debería ocurrir con los libros de hojas frente a cualquier otra tecnología que pretenda arrumbarlos. Intención de los creadores de Lo imposible (menos premiada a pesar de ser récord de taquilla) para recordarnos que los tsunamis, todo tipo de tragedias, son poderosos pero pueden ser neutralizados por los valores humanos.

Gala muy aceptable para reivindicar nuestro cine (aunque sea manifiestamente mejorable), para recordarnos que la Cultura se desarrolla sobre la base de industrias culturales pero alcanza sus mayores cumbres a partir de individuos capaces de sentir, pensar y actuar. Y fin de fiesta, hasta la alborada, en el impresionante edificio del Casino de Madrid, con buenos tentempiés, y nuevos abrazos, sonrisas, rivalidades en vestidos y tacones…

Y premios, muchos premios, agrupados en veintiocho categorías con cuatro finalistas y un ganador en cada una.

(Para ver la lista completa de los premios: http://premiosgoya.academiadecine.com/ganadores/

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5 respuestas a 52. Los Goya, una noche de intenciones.

  1. Pues sí, José María. La Gala de los Goya estuvo mucho mejor que otros años: buenas películas nominadas, de las cuales habíamos visto Lo imposible, El artista y su modelo y Blancanieves, que nos gustaron mucho. La primera, por la tragedia que cuenta tan bien y la técnica de efectos especiales que emplea; otra, por su tema y por su belleza; la última, por su fuerza onírica y su originalidad. Hubo humor incisivo, pero sin sangre, y Maribel Verdú habló claro a favor de los que siempre les toca perder.

    • Gracias, Mercedes. Veo que sigues atentamente mis (modestísimos) escritos. Eso me estimula mucho: a ver si aprendo… «El artista y la modelo me gustó»… pero me pareció demasiado «francesa»; tengo que ver «Blancanieves» y «Lo imposible», a ver qué me sugieren; por cierto, me interesa mucho tu juicio sobre mi crítica a «Amor». Un abrazo, JM,

  2. Enrique Pérez Mengual dijo:

    Con la entrada de tu correo, José María, me das pie a expresar mi opinión sobre el cine español. Anoche no fui capaz de ver hasta el final la fiesta de los Goya. Hubo un momento en que, a la vista del lamentable espectáculo, temí sufrir un ataque de nervios, o que me diera un ictus, o que me lanzara a la calle gritando: ¡¡El pueblo español está gravemente enfermo y uno de los síntomas de su enfermedad es el cine español!! Afortunadamente, me contuve y me fui a la cama, eso sí, rumiando unas cuantas maldiciones. Tardé en concebir el sueño porque no podía responder a la pregunta que bailaba en mi cabeza.: ¿por qué razón estos titiriteros, en el peor sentido de la palabra, estos analfabetos y analfabetas se llaman a sí mismos “gentes de la cultura” y exigen que se les subvencionen con nuestro dinero sus paridas? Pero, si sólo con ver sus getas, te das cuenta de que no pasarían el examen de cara. Hay que estar muy ciego para no darse cuenta de que hay tipos verdaderamente siniestros. La industria cinematográfica tiene que mantenerse por sí misma. Es decir, a través de la recaudación. Siempre ha habido productoras y promotores que han arriesgado su dinero. Luego, la taquilla es la que dice si lo que ofreces se vende. Qué aliivio sería que esa repugnante barraca de feria, que se autotitula pretenciosamente Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas, echase el cierre. Y no sigo, José María. Prometo darme un respiro y no enviarte más réplicas durante cierto tiempo.
    Enrique

  3. Jos dijo:

    Querido José María, te prometí un comentario y aquí está. He esperado a la entrega de los Oscar no para compararlos con los Goya, sino para ratificarme en lo que año tras año suelo decirme. Pero he caído en la tentación. O sea: los Goya suelen parecerme una función de colegio. Los Oscar, una casi siempre vibrante demostración de que en el showbusiness ellos no tienen rival. Ya sabemos que en España no hay guionistas y que allí florecen los mejores (este año lo que han escrito no ha sido especialmente relevante, pero si alguien quiere saber qué es un guión excelente para un acto de este tipo, que vea la gala que presentó Woopi Goldberg hace años). La presentadora Eva Hache creía que estaba grabando un Club de la comedia, tan mediocre y con tan escasa chispa como su programa de monólogos; claro que allí, en Hollywood, la señora que limpia la alfombra roja puede sorprendernos cantando, bailando y actuando con arte. Aquí no hay un ápice de sorpresa ni de entretenimiento, todo se limita a unas frases sosas de la presentadora llenas de tics y un discurso de los premiados con mayor o menor gracia o sentimiento. No vi una sola sonrisa espontánea y los aplausos fueron comedidos. Eché en falta a Wyoming, el único que presenta estos actos con inteligencia. Actores españoles los hay, y muy buenos, aunque no los jóvenes quienes, al no poseer una base teatral, creen que hablar ante una cámara es hacerlo como hablan en la calle con los amiguetes. Al final, va a tener razón Kavafis: “Así es y así ha de ser/comenzar de nuevo una y otra vez”. Hasta que aprendamos.

    • Gracias, Jos. Veo que me sigues con atención (y cariño). Tu crítica me parece razonable… aunque un tanto amarga. Es cierto que entre los Oscar y los Goya hay tremendas diferencias. Entiendo poco de estas cosas, soy un mero espectador… pero me parece que sería bueno que, además de tanta crítica como hacen hacia el exterior y especialmente hacia el Gobierno, los sindicatos de artistas promovieran debates profundos sobre nuestro teatro, nuestro cine, nuestra música… Sabemos que tenemos unas industrias culturales muy débiles pero no estamos condenados a la mediocridad ni a señalar nuestros horizontes, como se dijo, en los Goya a base de «cejas», «bigotes» o «barbas». Un abrazote, JM.

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