Evolución e involución

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En general, hay un acuerdo entre los historiadores en dividir el régimen anterior en dos periodos bien diferenciados: 1939/1959 y 1959/1975, aunque en ambos se pueden establecer diversos subperiodos.

En todo, caso, hay consenso en que el régimen franquista evoluciona, a lo largo de esos 36 años, en el sentido de mayor institucionalización política, suficiente reconocimiento internacional, menor represión y un cierto desarrollo económico y social, en suma (y con todos los peros que se quieran recordar): el fortalecimiento del Estado y la estabilidad de la sociedad, la evolución de una dictadura nacida de una terrible guerra civil y consolidada en una postguerra aún más terrible a un régimen autoritario pero que puede llegar a desarrollar, sin ruptura («de la Ley a la Ley», Fernández Miranda dixit) un régimen democrático.
Así fue según mi opinión.

¿Hay parecido consenso para delimitar la Transición? Falta perspectiva histórica y, quizá, contexto académico adecuado. Pero lo que sí parece evidente es que –después de un arranque admirado por todo el mundo, consolidado el nuevo régimen y constituido el «Estado social y democrático de Derecho»– en estos últimos lustros (quizá desde los atentados del 11M) el Estado se ha debilitado hasta límites que nos hubieran parecido ridículos hace poco tiempo y la sociedad está cada vez menos estabilizada. Fijémonos en algunos hechos significativos de los últimos 10 u 11 meses: culminación del desafío separatista en Cataluña, con la ciudadanía fracturada en dos partes irreconciliables y con brotes de violencia y contaminación en Valencia, Baleares… hasta ciertas zonas de Aragón; envalentonamiento y expansionismo del nacionalismo vasco; hundimiento bochornoso de uno de los dos grandes partidos y cambio, cuando menos rocambolesco, de Gobierno, encabezado por un PSOE con los peores resultados electorales de su historia moderna y con el apoyo de populistas y separatistas que, naturalmente, exigen costosos privilegios a cambio. En el ámbito internacional la situación es cuando menos inquietante: altos cargos del procés catalán, fugados de la Justicia españolas, recorriendo el mundo occidental denunciando al Estado español como antidemocrático, represivo, mentiroso… reforzados por varias «embajadas» de la «República Catalana» en capitales importantes y con no poca audiencia.

Dejemos la cuestión de las banderas y otros símbolos del Estado y la Nacion para un análisis posterior más pormenorizado. Pero no podemos dejar de registrar la situación de la Jefatura del Estado. El Rey, abucheado por los rebeldes separatistas siempre que va a Barcelona (y hasta cuando preside un evento deportivo en Madrid donde participa el Club de Fútbol Barcelona, que se declara antiespañol) y (hace pocos días) teniendo que llegar a Gerona para presidir un importante acto institucional casi clandestinamente, por un itinerario lleno de símbolos antiespañoles y obligado a celebrar el acto en un local privado porque las autoridades locales lo han declarado persona non grata… Más significativo aún el hecho de que personajes como Puigdemont o Torra, sin ninguna legitimidad y que desprecian todas las leyes que no son impuestas por ellos, se dirijan al Jefe del Estado con actitudes y lenguajes chulescos. Involución del sistema democrático, de las instituciones del Estado, de la sociedad en su conjunto, a una situación extremadamente incierta y, por ello, peligrosa.
Así es según mi opinión.

¿Podemos aguantar esta situación mucho tiempo? Todo parece indicar que no: hay que invertir la tendencia centrífuga y destructiva y restaurar la autoridad del Estado, la Ley y la Constitución; hay que reagrupar y fortalecer las fuerzas democráticas y constitucionales (y en estas fuerzas incluyo no solo a instituciones o partidos sino, muy principalmente, a la ciudadanía) y encontrar la manera de neutralizar y reducir a las fuerzas que ahora están intentando destruir el Estado y trocear la Nación; hay que evitar a toda costa que entremos en una situación político-social mucho peor que la que superamos hace ahora 40 años. Hay que hacerlo y se hará.
Así será según mi opinión.descarga (1)

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2 respuestas a Evolución e involución

  1. Alberto dijo:

    Estupenda reflexión. Yo hay veces que alucino. Esa como si quisiéramos cargarnos nuestra propia casa, que tampoco está tan mal, en lugar de intentar mejorarla.

  2. librosyabrazos dijo:

    Muchas gracias por participar, Alberto. Tienes toda la razón cuando adviertes de que “tampoco está tan mal” nuestro país. Desde luego, estamos mejor que la media en muchas cuestiones y (sin dejar de criticar errores e injusticias) tenemos que defendernos de los que, por envidia, rencor o estulticia, quieren destruirlo.

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