65. Amor, humor y muerte

  • ¡Privilegio! Después de unos días en las tierras, tan duras como bellas, de Soria, camino del bullicioso Mediterráneo, parada en Madrid y… ¡privilegio!: asistencia al ensayo de «Amor, humor y muerte», antología de textos clásicos y dramaturgia de Francisco Porres, en el pequeño y hermoso teatro Estudio 2 Manuel Galiana. Dos intérpretes en el desnudo escenario, con la mínima luz para poder leer y dos espectadores en las butacas. Dos intérpretes veteranos y de carrera plenamente consolidada: Julia Trujillo y Manuel Galiana. Teatro, cine, televisión, recitales, premios… a sus espaldas pero ellos han llegado puntuales y animados, con el mismo entusiasmo y la modestia de cuando eran principiantes. Como es natural en estos casos, no hay decorados ni focos que enmarquen o resalten la escena: la definición de Shakespeare se cumple plenamente aquí: el teatro es, esencialmente, dos actores, una manta y una pasión.

    ¡Pasión! A pesar de que se trata sólo de «pasar texto», al conjuro de las palabras hechas puro arte, actriz y actor se meten en situación y sus ojos se iluminan o ensombrecen, su voz vibra altanera en el orgullo o se quiebra en el dolor, y su mano se extiende solícita o acusadora en breve pero certero gesto, según convenga a la acción que se está relatando. Ya no son unos actores, ya no son Manuel Galiana y Julia Trujillo, ya sueltan «las amarras / y [entran] ya sin miedo / en el haz luminoso del teatro, / [y dicen] a los cuatro vientos / la múltiple belleza y locura de este arte». Ya son Juan Rana, deforme y licencioso; Rita Villalobos, famosa intérprete de jácaras; y Segismundo, que condensa en su monólogo la terrible tragedia de la pérdida de libertad; y Rosaura que se solidariza con él. Ya son los honrados aldeanos Casilda y Peribáñez, leyéndose mutuamente el abcedario de los recién desposados; ya son el cruel Enrique VIII repudiando a la española Catalina, su legítima esposa y víctima de la vesanía del monarca inglés… y son Pedro de Portugal e Inés de Castro, y son… Ellos dan vida a hombres y mujeres creados o recreados por los grandes autores del teatro clásico. En el escenario, ese mundo «de espejos mágicos», ya no está un actor del siglo XXI vestido con vaqueros y camisa sino el mendigo español del siglo XVII, cubierto de harapos y pidiendo «un maravedí» o, al menos, «medio mendrugo» en las gradas de San Felipe; o el Harpagón de Moliere, víctima de su avaricia. En el escenario, esa «patria de la imaginación», ya no está una actriz con ropa y belleza del siglo XXI sino una monja del siglo XVII, sor Juana Inés de la Cruz, que, en bellísimos optosílabos, da un imperecedero «aldabonazo en la conciencia» de los hombres: «Hombres necios que acusáis /a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis»; o la reina doña María, viuda del rey don Sancho, que defiende, como leona, sus derechos y a su hijo frente a los nobles ambiciosos; o la graciosa Clara de Lope de Vega, contándonos en alegre gatomaquia el parto de una gata.

    ¡Prodigio! El arte supremo del teatro, una vez más, hace el prodigio. Al conjuro de las palabras y los gestos de Manuel Galiana y Julia Trujillo, el teatro se llena de vida: «dos actores con una manta y una pasión» rompen todas las barreras de tiempos y espacios y dan vida sobre el escenario a todos los mundos: aquí está el ser humano y todas sus tragedias o comedias, sus farsas, sus verdades y mentiras enredadas durante siglos de civilización; aquí está la eterna búsqueda, y los eternos encuentros y desencuentros del hombre y la mujer; las tensiones inherentes a toda sociedad y sus imprescindibles pero imposibles equilibrios; los enfrentamientos entre pobres y ricos, pillos e ingenuos, viejos y jóvenes, poderosos y desheredados… Y ante ese prodigio, la sala se llena de seres procedentes de la Historia: aquí están Calderón y Lope, Tirso y Moliere, todos los grandes creadores y sus criaturas… Y todas las butacas se cubren con espectadores ávidos de dialogar con esos hacedores de mundos. ¡Bravo, bravo! Una vez más el Teatro es la Vida y la Vida es el Teatro.

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2 respuestas a 65. Amor, humor y muerte

  1. ¿,Cómo no emocionarse con tus palabras?. Efectivamente, dos Actores, solo necesitan un texto
    y el amor a su profesión, para darse por entero, aunque solo sea un ensayo.
    Sobra la parafernalia cuando nace la Pasión. !Dos Actores un pequeño foco…y allá abajo, en
    el patio de butacas, un cronista lleno de sensibilidad y generosidad, dando la noticia.
    !Gracias en nombre del Arte actoral!. JULIA

  2. ¡Maravillosa reseña, José María, regresas inspirado! Tal vez por tierras sorianas, o a orillas del Mediterráneo, o frente a un escenario, te nazcan más textos como para dar a luz un nuevo libro 🙂 Sobre el ensayo, menudo par de actorazos como la copa de un pino, ¡debió de ser genial verlos en acción haciendo teatro puro! Un abrazo, S.

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